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Comprensión lectora

Fuente: http://razonamiento-verbal1.blogspot.com/

LA AVENTURA DE LEER S3UACIII

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La Aventura de Leer S3UACII

LECTURA 1

El Fresa de Iztapalapa

Carlos Zamudio

Esta historia es la de miles de jóvenes que en la delegación más poblada y más pobre de la ciudad se vinculan a las redes del narcomenudeo.

Las primeras ocasiones que salí a la calle tenía cinco o seis años. Nada más salía a la entrada de mi casa pero ya era territorio desconocido. A la semana que nos cambiamos a
San Miguel Teotongo estaba todo depre porque no tenía amigos, no conocía a nadie de la calle. Una noche fui a la tienda con mi mamá y cuando regresamos estaba una bandita de morros y morras que se me quedaron viendo, le dijeron a mi mamá que si me dejaba salir a jugar, y cuando regresamos a casa en fa me salí y nos presentamos, fue como empecé a salir con la bandita de vecinos. Eso fue de los ocho años a los 14. Al principio eran juegos infantiles, las estrías, las cebollitas, hasta el resorte llegué a jugar. Conforme crecimos se hizo la división entre hombres y mujeres; cuando ya éramos prácticamente puros machines jugábamos futbol y cosas más rudillas: el burro castigado, burro entamalado, la bolita, las medias, los madrazos y hasta ahí. Para entonces estaba entrando en la secundaria, era un poquito más rebel y “la calle” empezó a tomar otra noción, ya no eran sólo las calles aledañas a mi casa, también las aledañas a la secundaria y todas las del recorrido. En las calles del recorrido tenía identificados los puntos donde podía quedarme un rato, los videojuegos, el videoclub, alguna esquina donde podía sentarme a ver y que no se le hacía raro a la gente que estuviéramos ahí. El tipo de banda con el que me empezaba a juntar en la calle ya era más diversa, no sólo la banda fresita, ya era conocer güeyes que se drogaban; en la calle que vivía había otra bandita de güeyes grandes pero no les parlábamos porque eran mariguanos, cementos y bien briagos.

En esta nueva noción de calle no era tanto el espacio lo que la diferenciaba sino la edad. En la secundaria se está en una edad adolescente y hay otras cosas que importan más, como llamar la atención y las chicuelas. En un principio me pareció importante quedarme con otros güeyes enfrente de la secundaria a ver qué pasaba, había mucha banda que no era de la secundaria y nada más iba para ver qué enganchaban. Todo el primer año fue de estar enfrente de la secu; veía cómo se madreaban los güeyes y pues no me pareció algo muy cabrón aunque era la primera vez que enfrentaba eso. Aprendí las relaciones que se necesitan para estar en la calle: dónde estás, quién se junta ahí, quién te puede hacer el paro, a dónde correr en determinado momento. El último año comencé a conocer banda del otro polo, salía de casa hacia la secundaria pero como andaba con una vieja me empecé a desafanar de mis amigos. Cuando salimos de la secu ya no tenía mucha banda con la cual jalar y empecé a juntarme en unas máquinas; conocí una banda ahí y cotorreábamos, empecé a conocer banda por allá abajo y me dieron el bautizo, se llamaban Los Cotorros.

Eso fue como a los 15 años. Ya habían cambiado los intereses y la forma de divertirse, empecé a hacer menos deporte y estaba en el pedo de querer verme chido; empecé a fumar tabaco y a juntarme con la banda.

En la banda de Los Cotorros éramos como dos o tres los que teníamos 16 años, la mayoría tenían 19 o 20. Esos güeyes tenían otro tipo de pláticas, era lo que me latía. Igual la pasabas diciendo pendejadas y curándotela, pero ya en ciertos puntos de la peda era de hablar cosas más grandes: sexualidad, trabajo, el trato con la tira y las madrizas. Así más o menos fue cuando ingresé a la preparatoria, tenía mis amigos pero la banda chida eran Los Cotorros, un chingo de desmadres, ya era otra manera de estar en la calle pues era hasta altas horas de la noche. Fue cuando empecé a chupar pero realmente una peda relax y estar con esos güeyes cotorreando. Era apropiarnos de un espacio que era la esquina en la que nos juntábamos, nadie más se podía juntar ahí a pesar de que hay bandas aledañas que igual se la pasan todo el pinche día en la calle; ya sabíamos si un güey es Warrior o Trecos, se reconoce de qué barrio es y con quién se junta, son cosas importantes que se tienen que saber.

No siempre me clavé en los pedos de madrizas de Los Cotorros, pero tenía que saber con quiénes tenían pedos pues si un güey me reconocía como parte de ellos me la podía hacer de pedo, ponerme unos putazos o atracarme, y al contrario, si estaba uno de esos güeyes solo y había manchado a alguno de la banda, pues mancharlo si andábamos varios. Es un pedo complicado pues es una onda de identidad, de integración a la sociedad adulta, de búsqueda. La norma era reunirnos a la hora de circulación familiar, antes de las ocho y media de la noche, estar cotorreando en la esquina sin chupar, más al ratito salir a dar el rol ya chupando o regresar a chupar y el cotorreo nada más. Ya más grandecillo me abrí de esos güeyes porque las pláticas por lo general eran muy vanas, excepto cuando eran cuestiones que a todos nos atañe como moral, sexo o trabajo, pero fuera de eso me sentí atorado porque se empezaron a casar o se cambiaron de estado. Los güeyes que más bien me caían se casaron, se embarcaron o al bote, a otro güey lo quebraron, así se fue desintegrando la banda. Ahora ya no hay más pintas en las calles que digan Los Cotorros, ahora dicen Cotorros Junior, los hermanillos de la banda que viven por ahí son los nuevos integrantes. Tengo una disociación con esos güeyes, más o menos y aunque sea por el apodo nos conocemos, alguna que otra vez nos saludamos, pero no les parlo.

A la tira hay que conocerla. A nivel familiar me decían que la policía era corrupta, todo mundo lo anuncia pero como niño inocente que no roba, ni se droga, realmente no esperaba encontrarme a la tira, decía “si me encuentro a la tira no me tienen que hacer nada”. Pero cuando tuve que enfrentar a esos güeyes de morro me comieron los nervios y me chamaquearon, parte de lo que me enseñaron Los Cotorros no fue de “hoy vamos a tener la clase de policía” sino más bien a través de las pláticas, por ejemplo que apañaron a tal o a tal güey en la esquina. “¿Qué estaban haciendo?”, “Pues estaban chupando”, “¿Qué les hicieron?”, “Pues llegaron esos güeyes y uno les habló muy al chile y le pusieron unos putazos, los basculearon, les vieron la chela y los subieron, dijeron que iban a valer verga, que los iban a meter tres días al torito, que ya tenían contacto adentro esos güeyes y que les iban a poner unos putazos porque ese güey les habló muy al chile y pues vergazos dentro de la jaula”; o “Pues les dieron un rol y a ver „¿cuánto traen, cuánto se juntan?‟. Negociaron, los dejaron lejos y pues se regresaron”. Si no traen baro pues esos güeyes los encierran y quizás no les ponen una madriza pero es culero estar allí, es como decir “bueno, pues les tienes que dar su respeto a esos güeyes y no perder el control”. Uno de Los Cotorros alguna vez me contó que lo apañaron con la banda. Estaba afuera de su casa picando coca y pasó la juda, los vieron y en fa sobres; dice que traía un papelito, que con mucha velocidad lo dobló y lo aventó, que se puso a sacudir las tarjetas que traía y cuando llegaron los tiras los basculearon y se las hizo de pedo. “¿Por qué? Si estamos enfrente de mi casa, bajo qué cargos y su pinche madre”. Ese güey pensaba que ya no le iban a hacer nada porque no vieron dónde había dejado el papelito, pero que le encuentran las tarjetas, ese güey no se acordaba que las tarjetas no eran de él, dijo que esa vez se había encontrado una billetera y pensó “pues con estas pico”, nosotros sabíamos que ese güey era rata y hasta nos la curamos: “¡Sí güey, te la encontraste!”. Siento que esa vez sí se las encontró porque era lo que estaba lamentando: “¡No mames, esa vez me las había encontrado!”. Dice que por robo lo subieron, que eran una ruca y un güey y ya dentro del pedo pues a lo que vas: “Al chile, tengo tanto baro, sé que por este pedo me puedes hundir pero como no me agarraste en evidencia tienes que ir a declarar, pues mejor nos evitamos todo el pedo”. Pues ese güey hablándoles al chile y la ruca dándole unos putazos. “¡Nel! ¿Usted por qué quiere organizar?”. Como eso fue antes de que arrancaran que sale la vieja de ese güey y se sube a la patrulla también, se vio verga porque ya no le pudieron hacer nada a ese güey ya que su ruca dijo: “Yo nada más quiero ver adónde lo van a meter y qué procede”; se aferró la ruca y no la pudieron bajar. Dice ese güey que la ruca judicial le puso unos putazos enfrente de su ruca. “Pinche puto, no puedes solo”. El chiste es que le sacaron mil baros. Tengo la idea de que los judas que se quisieron llevar al amigo esa vez ya sabían que ese güey era rata, igual que lo sabíamos nosotros y otras gentes del barrio por el poder del chisme. Aunque ese güey no fuera, por ser marigua no se la daban de rata, pero no todos los drogos eran delincuentes. Ese güey era el que más contaba experiencias, luego lo agarraban con chochos y le decían “te vamos a basculear, si traes algo mejor sácalo de una vez”. Eso a  mí también me lo llegaron a decir y pues “sabe qué transa jefe, traigo esto, ¿cómo le vamos a hacer?”. “Pues somos tantos. ¿De a cómo nos vas a repartir?”. Otra cosa que aprendí es que no sólo es sobre un güey, por estar en la calle con ellos me podían llevar; en un principio no chupaba mucho y estando con esos güeyes que chupaban les decía “si viene la tira a ustedes se los va a llevar y a mí no porque no estoy chupando”, pero no, más bien vi que si quieren nos llevan sin pedos. Hay casos en que no llevan nada y les dicen: “Pues les vamos a echar esto y esto para que los atoren un rato”.

En ese tiempo se dio el progreso en San Miguel, empezaron a pavimentar y metieron drenaje, hicieron unas canchas que ahora son importantes porque son otro punto de reunión de la banda. Fue cuando empecé a notar que esos güeyes que no eran Los Cotorros y que luego estaban ahí eran realmente ratas que nada más andaban licando y por eso la banda les cargaba una carrilla especial o los abrían sin palabras. Después que llegó la modernidad empecé a agarrar la moticolis, me empecé a juntar con otros güeyes y armamos otra bandita, era el único que era de Los Cotorros, los otros eran de otra bandita o no tenían, nos reunimos por pedos de identificación como adolescentes, el grunge y el hip-hop. Con esos güeyes viví la calle de otra forma, hacíamos ridículos, de repente sacábamos la grabadora y nos poníamos a bailar hip-hop, pero nada más para los pinches vecinos porque nadie circulaba por esa calle, nos vestíamos con los pantos chonchos y grunge, como la banda en ese tiempo era rockerilla y salserilla pues nos gritaban “¡payasos!”, la neta nos denigraban bien culero, a mí me empezaron a decir El Fresa y a la banda con la que me juntaba igual.

Después de despegarme de Los Cotorros conocí otros sitios porque empecé con la onda de buscar café y para conseguir tuve que parlarle a otras bandas, fue como conocí a Los Trecos y a Los Warriors, porque había un güey en Warriors que vendía, ese güey tenía atrás de su casa un terreno baldío, se entraba por la calle posterior atravesando el terreno, estaba bardeado de rocas y dentro se topaba a toda la banda droga y rata, tenía un timbre y se entraba por una puerta que no parecía puerta, era lo que encubría un chingo, adentro la banda se tenía que portar pacífica porque si no salía el bueno y la hacía de pedo; ahí empecé a conocer un chingo de banda. Cuando iba a comprar me quedaba un rato porque siempre había banda y no faltaba quien me dijera “saca”, les decía “saca tú también” para verme malo pues esos güeyes estaban chupando o activando. Llegué a darme unas monas pero más bien me quedaba cuando había chelas o tabaco y pues “¿de dónde eres?”. “De por turbos”, pues así se llama la banda de mi chante. Empecé a parlar con güeyes y les preguntaba a qué se dedicaban. Había algunos que me decían y otros no, en ese tiempo iba a la prepa pero no quería que me dijeran fresa por lo que les decía que “a la vida loca”, les decía que mis jefes me mandaban a la prepa pero que diario andaba en el desmadre, pero nel, me iba temprano a la prepa y luego echaba el coto. Conocí a güeyes que les preguntaba qué hacían y nada más me hacían la seña de agarrar y sabía qué pedo.

Un chingo de señas tenían esos güeyes y me la pasaba cagado de risa. La banda rata es bien mocha, si les empiezas a parlar chido y traen se mochan, pero si no traen son bien talones.

En ese tiempo iba por mis cinco pesos, estaban rayados porque daban como tres toques bien hechos. Por lo general se me quedaba uno ahí, hacía una flautita según para que no se fuera, pero al ratito alguien decía “pues como que estuvo leve, sácate otro ese”. Los veía pero luego había güeyes que estaban activando y andaban como idos, zombis o estáticos; otros güeyes eran agresivos a pesar de que sabían que ahí no podía haber pedo. Pedían las cosas con una forma de hablar que no se me pegó tanto pero que en determinado momento sí dominé: es un tono de voz agresivo porque si hablas normal y con todas las palabritas que usa la banda como que se sienten sacados de onda. Un güey normal diría: “Sácate unos toques o qué, ¿se va a cotizar?”. En cambio un güey de los agresivos decía: “¡Usted va sacar los toques o qué pedo? ¡A mí me vale verga!”. Entonces tenía que hablar con voz ronca y tener una actitud chida; si se es muy amable con todos pues empiezan a agarrarlo de barco y eso no es algo benéfico. Cuando había güeyes muy agresivos hacía el papel del güey muy pasado que se quedaba clavado, me ponía el puño frente a la boca como aspirando, hasta que veía la oportunidad y me desafanaba. Fue así que comencé a conocer un chingo de banda lacrilla. Estaba chido el lugar pero le cayó la tira. Fue después de un rato porque ese güey pagaba renta. Siempre quise saber cuánto pagaba pero no pude, lo que ahora veo es que ese güey la cagó porque como ahí se juntaba toda la banda se ponían a confabular el pedo de dónde le podía caer más papa para robar, y esos güeyes que estaban chupando, chocheando, moteando y activando no se iban muy lejos a atracar. No faltó que alguna vez un güey no se dejó y ahí mismo lo plomearon. Se hizo el pancho y llegó un chingo de tira, los vecinos empezaron a decir “¡en qué lugar vivimos!”, se quejaron y mandaron más tira, entonces los que estaban cobrando renta ya no pudieron controlar el pedo y le cayeron al lugar.

Atravesé el pedo de no tener dealer y empecé a usar los viejos contactos para ver dónde era el nuevo lugar de conecte y conocí a uno de Trecos. Aquí en la colonia hay un buen de jodidos y aunque quería vestirme fodongo mi jefa me trataba de vestir bien y me compraba ropa chida. Rompía la ropa y hacía mi desmadre, pero me distinguía de la forma en que se vestían esos güeyes. Entonces me decían: “Sé dónde es pero voy yo y traigo el pedo”. Sabía que por hacer el paro de ir les tenía que dar una lana y mocharme, pero una vez que llegué ese güey ya tenía su motita y tenía güeva por lo que me tuvo que decir dónde era. Dijo que fuera de parte de él y me mostró un anillo de oro. Fui todo nervioso y me bajé más adelante de donde era para pasar como si nada, pero en la esquina donde estaba la virgen no había nadie, sólo había un puesto de carnitas y un güey comiendo. Pensé que había valido verga y ya me iba cuando me grita un güey: “¡¿Cuántos y de a cómo?!”, y que me regreso. “¡¿Pues de a cómo son?!”, ya me dio ese güey y ¡uta! uno de los mejores vendedores que he conocido, pero tuve la mala suerte de que le cayeron en poco tiempo. Al anterior que le estuve comprando sí duró unos cinco años, duró un buen rato pagando renta sin pedos, nada más vendía yerba, agüita loca y de vez en cuando chochos; después llegó la coca y también empezó a venderla pero poquito después cayó. El agua loca es el activo, un pinche destapa caños que usan los plomeros, le dicen así porque es igualita al agua de incolora pero pone hasta la madre. Ahora ya hay hasta de sabores. Me acuerdo que en esos tiempos me llegué a topar a uno de los achichincles del dealer en el micro de Aeropuerto a San Miguel con un garrafón de esa madre, ese güey la compraba de forma industrial.

Tengo un primo al que le laten un chingo los solventes, si soy la oveja gris de la familia ese güey sería la negro profundo. Pues en una de esas hubo un cumpleaños en mi casa y nos pusimos a chupar. Como el pedo es relax en mi chante de repente se acabó y me salí con mis compas pero ese güey está relorenzo, no tiene una banda específica porque también es rata, estaba pedón y es medio pendejón, andaba cerca de donde venden coca y lo apañó la tira meando por lo que se lo llevaron al dealer.

Al otro día, en las canchas donde se hacen las retas llegó ese güey y me dice: “¿Y tu primo?”. “Está jeteando el pinche güevón”. “Es que ayer me lo llevaron a la chamba, lo agarraron meando y me preguntaron „¿conoces a este güey?‟ ”, y le dijo: “¿Eres el primo del Fresa, no?”. “Sí, hazme un paro, yo luego te pago”, y que los polis le dijeron: “Mira, no hemos cenado, móchate con unos tacos y unas chelas”, y les dijo ese güey: “¡No mames, si apenas pagué la renta! Tú sabes cuánta competencia hay, nada más tengo tanto baro”. “Pues va”. Fue cuando le pregunté a ese güey por qué le llevan a los güeyes que apañan. Me dijo que ni a los tiras ni a ellos les convenía pues tienen que evitar que se vea como una zona conflictiva; se los llevan y si son güeyes drogos o pesados ya saben si zafarse de ellos o nel, si son güeyes equis que no son de por ahí se los llevan y ese güey los reconoce. Si no hubiera reconocido a mi primo se lo hubieran llevado los polis y quién sabe qué le hubieran hecho, pero como le dio tinta de ser mi primo les dio como 100 baros, la neta le dije que la próxima vez dejara que se lo lleven.

En ese pedo de la renta pude ver que le regatean a la tira pero se la están pagando continuamente. Es un güey específico que sabe cuántos reparten. Donde vende El Canalas tienen diferentes turnos, igual venden en otras horas de su turno si va un güey conocido a su casa, pero en la esquina cada quien tiene su turno. Dice que los tiras le dijeron que los papeles en los que vendían cada quien iba a tener su color específico para que supieran de quién es y checaran qué banda está yendo a comprar, ahora sí que para sacarles el pedo de dónde están vendiendo porque de algunos no saben. La banda sí los reconoce porque unos güeyes que venden son bien faroles, pero creo que no hay tantos chivatones. Nunca he sabido cuánto pagan porque es un pedo más complicado. El Canalas es el que trabaja pero no el que trafica el material, entiendo que ése es un ruco muy cabrón. Una vez me contó que a su hermano lo agarraron no sé si porque mató o robó. Como ese güey es chingón vendiendo fue con el señor y le dijo: “¿Sabe qué? El pedo está así”, y que el señor le dijo: “¡Va! Tu carnal va a salir pero se va a tener que mover un rato de aquí”. Me dijo que ese ruco soltó como 50 mil baros porque tenía que repartir a un chingo de güeyes de la delegación, porque primero una patrulla tenía que buscar a un güey que se pareciera a su carnal, localizarlo y llevarlo, mientras que a su carnal le iban a poner un traje para que saliera como abogado. Salió su carnal y se quedó el güey que clavaron. Todavía sigue en proceso.

Cuando empiezan a soltar información pesada por lo general no les hago preguntas muy directas porque son un chingo de cosas las que dicen. Esa vez que me estaba contando me lo dijo porque nos empezamos a cagar de risa de un güey, estábamos fumando con otro y ese güey le dijo: “No, tú no fumes porque llega la tira y te lleva”. Pues resulta que una semana antes habían llegado a las canchas y estaban grifeando, ese güey llegó, se formó, le dio unos jalones y que lo apañan unos tiras que comúnmente no andan por aquí, lo treparon porque le olían los dedos pero de los que traían el café ni tinta se dieron. En la patrulla iban tres morrillos que los habían apañado con unos papeles. Los tiras lo que querían era clavarlo como dealer porque los morros les iban a pagar un baro para desafanar, pero no sabían que realmente era dealer. Como la banda sabe cómo está el pedo, en fa fueron a hablarle a alguien de la casa de ese güey. Salieron el jefe y la vieja de ese güey, al ver que  no lo querían desafanar y que le querían cargar el pedo mi compa les empezó a hablar con claves, un pinche código así de “me voy a presentar en la sector tal y me voy a declarar como tal porque estaba en R…”, y no sé qué pedo, la traducción de todo es que ese güey iba a ir a la delegación e iba a decir que estaba repartiendo pero que ese güey le estaba aceptando la renta, que le iban a caer un chingo de güeyes a los polis porque al que le estaba pagando iba a ir a buscarlo y le iba a dar en su madre.

En fa un poli le agarró el pedo y le dijo “a ver güey, jálate para acá”, se lo llevó aparte y que con claves le estaba preguntando a quién le estaba pagando la renta, ya le dijo la clave y en corto “a ver, ¿cuánto traes?”, “800 baros”. De esa forma se desafanó ese güey. No es exactamente el código que usa la patrulla pero se basa en él; no sé si todos los dealers lo manejen pero ese güey sí.

Me desafané más de San Miguel cuando empecé a jalar en la onda de la prepa, estaba en La Merced y me empecé a enfrentar a otro tipo de delincuencia. Los güeyes que conocía no eran ratas de tiempo completo, cada vez que podían se aplicaban en chambitas de albañilería, pintura y cositas así, mientras que la banda que conocí en La Meche era lacrilla de tiempo completo. En La Merced se mueve más baro y hay como más tradición lacra, fue otro pedo, conocí tira más culera y güeyes que nada más se dedican al vicio. San Miguel está bien cabrón, es una colonia enorme, la división es por sección pero es una división administrativa, una división de más uso es por lugares reconocidos como la iglesia, el mercado, el centro de salud o las canchas, pero por lo general es la del nombre de la banda que se junta por ahí. Ese pedo es bien complejo porque hay güeyes que ocupan una cuadra porque no hay muchos viviendo ahí y que formen una banda, y hay partes que está más cabrón porque casi casi están encontrados los güeyes; creo que eso es lo que más tiene que ver, cuántas banditas hay por ahí porque en todos los lugares que sé que se compra y se vende droga hay banditas pesadas.

Abarcando un 70% de la colonia, lo que conozco, habrá como tres o cuatro güeyes que venden café, pero coca estoy seguro como de 25 lugares pero creo que en realidad hay un chingo más. Apenas fuimos por un cartón de chelas en una nave de un primo y un güey del barrio nos llevó a una vinata, había ley seca y nos dijo: “Yo sé dónde hay lo que quieran chavos”; le dice mi primo: “¿A poco aquí hay de los dos?”. “Sí”. Pues ya le tuve que decir: “¿No hay de los tres?”. “No, nomás de los dos”; me estaba queriendo decir que nada más hay coca y chupe, no compramos pues andábamos en un pedo familiar, empezamos a platicar con el güey de dónde vendían y en un espacio como de ocho cuadras mencionó como siete lugares. Hay un chingo de repartidores, creo que se tendrían que ver cuántos güeyes dan a repartir, porque contar a los que la reparten pues… son un chingo y hay güeyes que venden un rato o por temporadas, dejan de vender, luego regresan y así están.

Depende mucho del mercado, qué tanta banda viciosa haya. Si un güey empieza a vender, pues va a vender chido o va a regalar un poco y toda la clientela se va a ir con ese güey. Por ejemplo, hay una ruca que vende y es ama de casa, pero dicen que esa ruca no tiene siempre porque le tiene que dar un baro a no sé quién para que pueda vender tantos papeles, como enganche, entonces luego no tiene y la ruca no siempre reparte; en los fines de semana generalmente nunca le falta, pero cuando hay un güey que empieza, aunque sea fin de semana, la ruca no vende porque no hay mucha clientela. Cuando cae un güey, un chingo de güeyes venden porque saben que hay más clientes, pero no cualquiera podría decir: “¡Voy a ponerme a vender!”, sino sólo quienes están dentro de ese mismo pedo, consumidores o quienes se juntan mucho con consumidores. A mí sí me conoce la banda pero no como un güey que reparta o consuma. Cuando uno de esos güeyes está buscando una opción para vender, conoce a la banda y está en contacto con ese pedo, nada más corre el rumor y vende un rato. Los veo como la banda que es comerciante pero nada más vende en 6 de enero el juguete o en Navidad las esferas, porque saben que se viene una temporada fuerte. Acá no sé definir cuándo es temporada fuerte de consumo de coca en el barrio, pero hay güeyes temporales.

A pesar de que soy un consumidor de mariguana constante y callejero nada más una vez me ha apañado la tira en el barrio, no sé si desarrollé callo o tengo mucha suerte. Estaba con un compa y conseguimos un gallo. Como no podíamos fumar en su casa ni en la mía nos fuimos a las canchas, se nos ocurrió ir a una hora donde había partidos y nos pusimos del otro lado de las gradas, junto a la calle, nos hicimos un pinche gallotote y cuando lo estábamos acabando llegó la montada. Los vi y desafané; nos basculearon pero nada más traíamos el olor a café. Ese güey nos empezó a aventar un discurso tan moral y tan largo que de lo grifo que andaba me viajé en el caballo, en su color y la forma. De repente regresaba y ese güey seguía hablando, como ni baro traía pues no me pudieron quitar nada, como vieron que nomás no y mi compa traía unos casetes, los agarró y dijo “ya ábranse a la verga”.

Los factores principales para elegir un dealer son que el material sea bueno, porque luego hasta el activo diluyen, no sé de coca pero luego dan una madre que daña más, la mota pues que tenga la frescura adecuada, la calidad; otro punto es la cantidad, tiene que checar esos puntos el vendedor. El tercer punto de gran importancia es la accesibilidad. El güey que para mí era el mejor vendedor cumplía con todo, vendía unos sobres de carta cortados por la mitad a 20 baros, rayaba chido y hasta aventaba unas sábanas en el sobre. Ese güey trabajaba en una esquina donde estaban unos micros, bajabas y ese güey estaba en la esquina, le pagabas y decía: “Levanta esos Doritos que están ahí”. Había veces que le pagaba y en fa pasaba el micro, ya nada más agarraba los Doritos o la envoltura de lo que fuera y ahí estaba el sobre, me subía y adiós; era cuestión de 30 segundos, en fa y rayeitor, además tenía buena calidad. Más arribita vende un güey, estoy seguro que paga renta porque desde que empecé a fumar vende, estamos hablando de unos ocho años. Vende chochos, mota, coca y creo que activo. Ese güey le echó el pedo al de la base y tuvo que dejar de vender. Hace poco fui porque me corrieron el chisme de que estaba vendiendo de nuevo, es banda oaxaqueña, alguna vez me puse a platicar con ella y me reconocieron como paisano, pero el otro día salió una señora y ya no me reconoció, le dije: “¿Y mi compa?”.

Me dice: “No está, pero no está vendiendo. ¿Qué querías? Ahorita nada más tengo polvo. ¿Quieres?”. “No señora, ahorita no, gracias”. “Cuando quieras, hijo”. Ahora ya nada más vende el del cerro pero es cacique, del verbo caciquear. Como tiene el dominio de lo que vende puede dar lo que quiera y da bien poquito el cabrón. Además no es un buen vendedor porque es bien chocho. Un compa me contó que una vez subió a comprarle unos chochos y luego fue con el de la base porque tiene mejor café, pero el otro bajó en su nave y lo vio comprando, y que le dijo: “¡Ah culero, con que comprando aquí!”, se bajó y le puso unos putazos. Después el de la base subió, le puso unos putazos al del cerro y le quitó lo que le había quitado a mi compa. Éste dijo que le regresó los chochos pero no la mota que le había comprado, ésa la tuvo que volver a pagar. Dice que estuvo un rato con ese güey y después que caminó un rato tomó un micro para rebotarse a su casa, pero tuvo tan mala suerte que en el micro venía el repartidor del cerro con su familia, ese güey tiene un hijo que es inválido y éste empezó a darle unos bastonazos a mi compa, además el papá sacó su fusca y empezó a darle unos cachazos para que no anduviera diciendo que el de la base le rompió su madre, que hasta su esposa estaba diciéndole “sí, rómpele su madre”, y que la abuela, que ya es una ruquita, estaba ahí mentando madres; o sea que desde el morrillo hasta el papá putearon a mi compa.

Tal vez se echen el pedo entre ellos pero depende del peso del dealer, de quién lo respalde y de los güevos que se le reconozcan. El del cerro se sabe que es bien chocho y siempre trae su fusca. Además ahí donde se compra está pegado a la raya federal de reserva, es un pinche baldío enorme, por lo que ese güey puede hacer lo que quiera, puede matar a alguien y tirarlo sin que nadie se entere. Realmente nunca se ha escuchado de eso, precisamente por los güevos que se le reconocen, no ha caído pero se lo atribuyo más a que paga renta. Hay unos güeyes que apenas empezaron a vender, creo que por eso ha estado tan pesada la tira, son los LxPxV, son batillos locos. Lo que me dijeron es que como están en el pedo los quieren identificar, ninguno tiene todavía los 20 años pero traen una supernave y todo mundo los reconoce como los pasaditos de verga, se ponen a robar al de los refrescos o se estacionan en medio de la calle y “por aquí no pasas, vete a dar la vuelta”, andan faroleando. No sé si tengan un respaldo chingón pero siento que nadie les ha puesto el dedo porque anda la tira ahí y no han ido directamente sobre ellos aunque son un chingo los que venden.

 

Carlos Zamudio. Etnólogo. Investigador del Colectivo por una Política Integral hacia las Drogas, A. C. (CUPIHD)

*Testimonio recogido para la investigación titulada Las redes del narcomenudeo, cuyo objetivo fue conocer cómo los jóvenes de barrios marginados de la ciudad de México se integran al consumo y comercio de drogas ilícitas.

ACT

 

LECTURA 2

La violencia y la imaginación contemporánea: “La virgen de los sicarios y Baise-Moi”

Cristina Méndez Díaz

Introducción

La violencia es la manifestación de que la humanidad lleva dentro de sí un infierno aún no domesticado ni por la moral burguesa ni por los sistemas legales de las naciones capitalistas y democráticas. En el siglo XXI estamos presenciando un fenómeno de individualización, en el cual los seres se encierran cada vez más en sí mismos, y en donde muchas veces la violencia es la vía más inmediata de comunicación. En nuestra
época, la violencia es una respuesta a un mundo anodino y carente de sentido, un grito sordo, una manera de enfrentarnos al vacío. En las artes, existe una tendencia de construir imágenes que violentan al espectador para despertar una sensibilidad acallada por una sociedad de consumo que privilegia el bienestar, la comodidad y la realización personal. Paradójicamente, en las sociedades que son hipersensibles frente a la violencia (porque la violencia implica un desequilibrio y la pérdida del bienestar) hay un aumento en la producción de imágenes violentas cada vez más indiscernible y menos controlable. Tal vez la producción de violencia sea una manera de expulsarla del centro de una sociedad, o tal vez sea el reflejo de sociedades que temen perder el control de su propia violencia. La intención de este ensayo es ver algunas de las implicaciones de una violencia gratuita y exacerbada en dos obras que pertenecen a lenguajes y sociedades distintos. La primera obra es la novela del colombiano Fernando Vallejo La virgen de los sicarios, y la segunda es la película titulada Baise-moi (Viólame), realizada por dos ex prostitutas francesas Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi.

De acuerdo con René Girard en La violencia y lo sagrado, el ser humano es violento por naturaleza y su posición mítica es llevar la violencia fuera de sí mismo y considerarla una fuerza exterior. Para él existe una relación intrínseca entre lo sagrado y la violencia, pues si lo sagrado es todo aquello que domina al hombre con la misma facilidad con la que el hombre cree que puede dominarlo (tempestades, epidemias, etc.), entonces la violencia, planteada como externa al hombre, constituye el alma secreta de lo sagrado. El mecanismo a través del cual se ve la violencia como externa al hombre es planteado de la siguiente manera: el individuo tiene interiorizada una violencia; cuando entra en crisis, proyecta la violencia hacia fuera y normalmente sobre otro individuo; este otro individuo, a su vez, proyecta su violencia interiorizada sobre el otro u otros.

A medida que la crisis se intensifica, la diferencia que separaba la individualidad de los violentos oscila cada vez con mayor rapidez y la distinción entre ellos se pierde. Todo se convierte en una masa informe de violencia proyectada hacia el exterior. La violencia empieza a dominar al hombre y éste la percibe como una fuerza exterior a él, y ya no como una fuerza que él mismo ha proyectado. El individuo se siente una víctima impotente de una fuerza sobrenatural que no es sino una mimesis de él mismo, histérica, y proyectada sobre sí. Esta fuerza sobrenatural es para Girard la divinidad, y el hombre primitivo vive en la divinidad porque vive amenazado por la violencia.

En las sociedades primitivas existen ritos de posesión a través de los cuales se da la expulsión de esa violencia. En estos ritos hay una gran fiesta que precede a la inmolación de una víctima (chivo expiatorio), la cual es la representación de toda la violencia propiciatoria (violencia originaria) y maléfica de esa comunidad. Cuando la víctima se inmola, la violencia se expulsa del centro de la comunidad y se apacigua. Para Girard, el sacrificio en las sociedades primitivas es una forma de dominar la violencia y parar oleadas de venganza que se generarían a partir de una primera violencia ejercida sobre un individuo o grupo social y que pondría en peligro el orden cultural. De esta manera, el hombre primitivo vive en la violencia y se defiende de ella a través de una violencia ritualizada, una violencia sagrada. Cuanto más se acerca el hombre a lo sagrado, más se aleja de su violencia, porque la está reconociendo, canalizando y separando de sí.

Ahora bien, para el crítico Gilles Lipovetsky, la teoría del sacrificio como un instrumento en contra del proceso interminable de venganza postulada por Girard está basada en un contrasentido radical, pues esto implica omitir que en el mundo primitivo la venganza es un imperativo social, una institución social y no un proceso apocalíptico, “sino una violencia limitada [con miras a] equilibrar el mundo, de instituir una simetría entre los vivos y los muertos.” Para Lipovetsky, la violencia en forma de venganza es el contrapeso de las cosas, el reestablecimiento de un equilibrio provisionalmente roto, la garantía de que el mundo no va a sufrir cambios y la exigencia de que en ninguna parte se puede establecer de forma duradera un exceso o una carencia. El código de honor y venganza es la base de una sociedad holista, en la cual el individuo es parte de un todo interdependiente y en donde se da la preeminencia de lo colectivo sobre lo individual. Por lo tanto, el código de venganza sirve para impedir el surgimiento de un individuo independiente, replegado sobre su propio interés. Así, las instituciones primitivas normalizan la violencia y la venganza es el código que hace que todos los hombres sean iguales frente a la violencia. En ambas teorías, la violencia tiene la función de preservar el orden cultural, ya sea como sacrificio, según Girard, o como venganza, según Lipovetsky. Lo que ahora nos preocupa es ver cómo funciona la violencia en las sociedades contemporáneas, las cuales están cada vez más alejadas de una noción holista y sagrada del mundo.

Una de las incomodidades de las sociedades capitalistas es el individualismo exacerbado, el cual también ha sido considerado como uno de sus máximos logros.

Vivimos en un mundo donde la gente tiene el derecho de escoger su propio modo de vida y determinar su rumbo. El ser humano ya no se sacrifica por órdenes sagrados que lo trascienden. La libertad moderna fue conquistada a partir del rompimiento con los horizontes morales y religiosos de una sociedad holista, la cual daba significado al mundo y a las actividades de la vida social. Las cosas que rodeaban al ser humano no eran sólo cosas o instrumentos de los cuales se podía servir, sino que tenían un significado porque eran parte del tejido al cual todo pertenecía. La llamada libertad moderna desacreditó esos órdenes y con esto vino un desencanto profundo del mundo.

Como consecuencia vino la pérdida de una dimensión heroica de la vida, pues la gente en las sociedades democráticas muchas veces no tiene un propósito que la trascienda o algo por lo que quiera o deba morir. Alexis de Tocqueville se adelantó casi cien años al afirmar que la gente en las democracias lo que busca es “de petits et vulgaires plaisirs.” En las sociedades contemporáneas sufrimos de una falta de pasión, no hay más aspiración que un bienestar mediocre incitado por el mercado. La igualdad democrática, dice Tocqueville, aísla al individuo “et menace de le renfermer en fin tout entier dans la solitude de son propre coeur.” En otras palabras el lado oscuro del individualismo es la centralización en el ser, lo cual adelgaza su vida y la hace más pobre en significado y menos preocupada con los otros de la misma sociedad.

Con el orden individualista, los códigos de sangre se abandonan y la violencia pierde toda dignidad o legitimidad social, los hombres renuncian al uso de la fuerza privada para resolver sus desacuerdos y le exigen al Estado la seguridad de su existencia.

Entonces la violencia deja de ser una institución sobre la cual descansa la sociedad y las manifestaciones violentas se dan diseminadas, sin proyecto y sin consistencia en formas de vandalismo y rabia hard: La violencia contemporánea es una contra la que no se puede hacer nada, sin sentido, indiferenciada. La violencia contemporánea es automática: natural y acumulativa, explosiva, pesa de manera cada vez más espesa y no se toma el tiempo de auscultar los recursos físicos ni psíquicos que la sostienen. En la violencia contemporánea no hay un campo de batalla, no existe una razón.

En las sociedades democráticas no hay propiamente una diferenciación entre los individuos, todos se comportan conforme las leyes que muchas veces dicta el mercado a través de sus medios de difusión como la televisión y la publicidad. Se han borrado las jerarquías y se ha dado paso a una sociedad permisiva en donde se ha roto el orden disciplinario y revolucionario que prevaleció hasta los años cincuenta. En nuestros días, las instituciones adoptan las motivaciones y deseos de la población; se ha pasado de un régimen autoritario y mecánico a un régimen de programación opcional a la carta, es decir, las instituciones generan la ilusión de que la población puede escoger libremente el tipo de existencia que quiere tener. ¿Qué tiene todo esto que ver con la violencia?

Pues, según René Girard, el origen de la violencia o violencia propiciatoria se da a partir de una crisis sacrificial, la cual tiene que ver con la pérdida de diferenciación y jerarquías dentro de una sociedad. La perdida de diferenciación genera una insana rivalidad entre los individuos, lo cual genera violencia y si la violencia no es canalizada (a través del sacrificio, es decir, de una institución religiosa), entonces destruye el orden cultural: “La crisis sacrificial es la pérdida de la diferencia entre violencia impura y violencia purificadora, cuando esta diferencia se ha perdido ya no hay purificación posible y la violencia impura contagiosa se esparce en la comunidad.” La violencia sin razón y neurótica de nuestro tiempo anuncia la emergencia de una violencia primera que pone en riesgo el orden cultural, no sólo hablo de las violencias atomizadas como la de grupos vandálicos o asesinos en serie, sino la violencia de países ejercida sobre otros países o la violencia de cárteles de narcotráfico, las cuales son insanas e imparables.

El problema de las sociedades contemporáneas es que ha generado una clase de pensamiento que se centra en el bienestar presente del ser humano y olvida la dimensión sagrada. Si como dice Girard, lo sagrado es lo violento proyectado hacia el exterior, el pensamiento que se aleja de lo sagrado, se acerca irremediablemente a lo violento, sin saberlo. Así, la violencia esencial, primera o propiciatoria, regresa a nosotros. Tal vez las sociedades contemporáneas necesitan un chivo expiatorio, una forma de canalizar la violencia interior exacerbada y neurótica que surge a partir de un vacío de sentido.

El arte contemporáneo de las sociedades democráticas y capitalistas tiende a presentar  imágenes de violencia en el cine, en el teatro y en la literatura. Presenciamos escenas de una violencia a la cual Gilles Lipovetsky llama hi-fi: escenas insoportables de huesos triturados, chorros de sangre, gritos, decapitaciones y amputaciones. Así, la sociedad contemporánea se acerca más a una violencia hiperrealista y sin sentido. Podemos pensar que la producción de la violencia está encaminada a provocar emociones momentáneas que liberan adrenalina en un espectador anodino. Pero también podemos ver que la reproducción de la violencia acompaña a la sociedad en una metamorfosis de comportamientos violentos y actitudes frente a la violencia. La gran carga de imágenes violentas no sólo es el reflejo o la exacerbación de la violencia reinante, sino tal vez una manera de protegerse de ella al hacerla tangible en formas de arte. Quizá sea también una protesta consciente o inconsciente a un mundo que trata de negar su propia violencia, esperando que alguien despierte y empiece a formularse preguntas fundamentales.

Una de las manifestaciones artísticas que formula este tipo de preguntas es la novela de Fernando Vallejo, La Virgen de los sicarios, la cual evoca la violencia imperante en Colombia a raíz de la crisis bipartidista, las mafias del narcotráfico, la compra de armamento clandestino y la guerrilla colombiana, situaciones que han fracturado el tejido social y han inmovilizado al sistema legal. Esta novela es el reflejo de una guerra que la sociedad libera consigo misma y evoca la crisis de significado de un mundo que no puede ya articular un sentido más allá de lo que es violento. Si muchas veces se ha considerado a la novela, en especial la latinoamericana, como un contra-discurso a las historias oficiales, La Virgen de los sicarios, quizá no pueda presentarse como tal, porque el único discurso de la historia oficial y no oficial de Colombia es la violencia.

La Virgen de los sicarios cuenta las “aventuras” de un gramático (el narrador), quien regresa a su ciudad natal, Medellín, tras la muerte del jefe máximo del cartel más poderoso del narcotráfico, Pablo Escobar, y conoce a un sicario de diecisiete años, Alexis, con el que inicia una relación romántica. Esta pareja recorre las calles de Medellín visitando iglesia por iglesia y matando a todo aquel que se encuentra a su paso: asesinan a taxistas porque escuchan el radio, mujeres embarazadas para que no sigan reproduciendo la raza ‘inmunda’ de pobres que habitan las calles de Medellín, ancianos porque incomodan y meseras porque chorrean el café. El sicario muere en manos de otro sicario (Wílmar), con quien el gramático, sin saberlo, se involucra meses después. El segundo sicario también muere y el gramático se pierde entre el marasmo de Medellín.

La novela de Vallejo contrapone dos mundos. Por un lado, se presenta el mundo del que emerge el gramático, en el cual había todavía promesas frente a un futuro y nociones de deseo y felicidad. El gramático-narrador regresa a su ciudad natal, tal vez empujado por el recuerdo, a pasar los últimos días de su vida. Allí se encuentra el mundo del sicariato, un mundo dado, sin preguntas, sin respuestas, anestesiado por la influencia de la televisión, el radio y la publicidad, en el cual, la violencia parece ser el único vínculo con el otro: Mira Alexis, tú tienes una ventaja sobre mí y es que eres joven y yo ya me voy a morir, pero desgraciadamente para ti nunca vivirás la felicidad que yo he vivido. La felicidad no puede existir en este mundo tuyo de televisores y casetes y punkeros y partidos de fútbol. Cuando la humanidad se sienta en sus culos ante el televisor a ver veintidós adultos infantiles dándole patadas a un balón no hay esperanzas. (14)

El gramático, quien evoca la figura del hombre culto y civilizado, se involucra sentimentalmente con un asesino a sueldo, quien lo acompaña en su travesía hacia la muerte del deseo, la anulación de la moral y el descenso al infierno de la naturaleza humana, al cual ya no se le mira con horror, sino con cinismo e indiferencia.

El gramático, al igual que todo lo que pertenece al mundo de la novela, se sicariza, y su discurso construye una visión en la cual la violencia es el estado ontológico de individuos que ocupan el mismo nivel de desamparo y alienación. En el mundo narrado, la violencia es la estructura de todo y vivir fuera de esa estructura significa perder el contacto con el mundo y con el otro. El discurso del gramático revierte la idea posmoderna de que el lenguaje es el constructor de una realidad, pues en una ciudad irremediablemente violenta, la realidad es la que parece construir al individuo y la articulación de un sin sentido: Hombre, vea yo le digo, vivir en Medellín es ir uno rebotando por esta vida muerto.

Yo no inventé esta realidad, es ella la que me está inventando a mí. Y así vamos por sus calles los muertos vivos hablando de robos, de atracos, de otros muertos, fantasmas a
la deriva arrastrando nuestras precarias existencias, nuestras inútiles vidas, sumidos en el desastre. (76)

Vallejo recurre a un narrador (gramático), cuyo discurso evoca la pérdida de un centro desde el cual pueda enunciarse una postura ética frente al mundo, e interpela al lector como el único portador de una lógica a través de la cual se puede ver el escenario de una violencia gratuita. El narrador recurre a la ironía, el único instrumento que le da al lector, para que éste, desde el otro lado, emita, si es capaz, juicios de valor frente a la realidad absurda que se le presenta. Un ejemplo más o menos claro se da cuando el gramático y el sicario llegan a un restaurante y matan a una mesera por darles pocas servilletas. El discurso culto del lenguaje, el cual hace referencia a Dostoievsky en Crimen y Castigo, es una manera de yuxtaponer el mundo de la llamada “civilización” y el de la “barbarie”. El mundo de la barbarie acaba por tomar a la civilización de la misma manera en que la violencia insensibiliza al gramático. La cultura no sirve sino para ironizar las situaciones absurdas que se van presentando. Por lo tanto, la novela evoca la crisis de un orden cultural, sumergido en la indiferenciación y la muerte, en el cual, la palabra se presenta como una fuerza impotente e irrisoria frente a los acontecimientos del mundo narrado: Cuando nos tiró el café la delicada, porque le pedimos una servilleta entera y no esos triangulitos de papel minúsculos con los que no se limpia ni la trompa una hormiga, a Alexis lo primero que se le ocurrió fue la boca, y por la boca se despachó a la maldita. Guardó su juguete y salimos de la cafetería como si tales, limpiándonos satisfechos con un palillo los dientes. ‘Aquí se come muy bien, hay que volver’. Como usted comprenderá nunca volvimos. Eso de que se vuelve al sitio son pendejadas de Dostoievsky. Volvería él cuando mató a la vieja, yo no. (49)

El mundo del sicario es un lugar donde asistimos a una crisis del orden cultural y donde el Estado y el sistema legal se han difuminado frente a la oleada de violencia que impera a raíz de los cárteles del narcotráfico, cuyos jefes contratan asesinos a sueldo (adolescentes de la población civil). El sicario es la herencia de una sociedad cuyas élites probablemente se ocuparon de lo político y lo económico, dejando lo social en manos de las obras de caridad. Los sicarios son parte de un sector de la población que ya no es incorporable a un mercado de trabajo, son los sobrantes sociales, los desechos de una sociedad en crisis. Los jóvenes sicarios, como es el caso de Alexis y de Wílmar son objetos-sujetos de una violencia en donde el otro, si existe, es para darle muerte. Y si el otro existe para darle muerte, por analogía, el yo existe para sucumbir frente al otro. En la cosmovisión de esta violencia, el futuro no existe, sólo el presente material, invadido por las imágenes de una globalización exacerbada, en donde impera el consumo y el placer momentáneo. El proyecto de vida de un sicario (Wílmar) es una lista de compras, objetos banales y que dan satisfacción inmediata a un individuo que está dado por muerto al nacer: Le pedí que anotara, en una servilleta de papel, lo que esperaba de esta vida.

Con su letra arrevesada y mi bolígrafo escribió: que quería unos tenis marca Reebock [sic] y unos jeans Paco Ravanne. Camisas Ocean Pacific y ropa interior Kelvin Klein. Una moto Honda, un jeep Mazda, un equipo de sonido láser y una nevera para la mamá…(91)

El personaje del sicario puede verse como el nuevo pícaro de la novela de Vallejo, pues es cínico y amoral, y su vida consiste en una serie de incidentes en los que trata de ganarse la supervivencia. Si el mundo es un lugar amenazador, el sicario amenaza al mundo con su violencia. Vivir, para él, significa matar, y su vida se va configurando de episodios sin un hilo conductor y sin justificación. El tiempo de la novela evoca la falta de propósito del sicario; el tiempo fluye en un presente de violencia y cada momento es una variación de lo anterior sin cambio visible. La novela presenta a un sicario eternamente joven que tendrá siempre diecisiete años, el cual no crece ni evoluciona. En su vida no hay grandes despertares y sucumbe en ese mundo que le fue dado. Sin embargo, la novela sí avanza del mundo del gramático, quien ha perdido el deseo (porque alguna vez lo tuvo) a un mundo sobrio, perdido y sin remedio. Cuando el segundo sicario muere, el gramático camina sin rumbo a donde los ‘buses’ lo lleven, mientras su voz se confunde con el ruido catastrófico de la ciudad. Así, la novela de Vallejo, presenta un viaje al infierno en el cual los personajes sucumben o se pierden sin oponer ninguna resistencia.

A diferencia de La virgen de los sicarios donde la violencia impera en todos los lugares y la restitución del orden es impensable, la película de Virginie Despentes (et.al.) Baise-moi, se desarrolla en una sociedad de primer mundo, Francia, en la cual hay un orden y dentro de ese orden, dos mujeres, personajes hasta cierto punto marginados, desencadenan una oleada microscópica de violencia que les da un sentido de bienestar momentáneo. La anécdota es sencilla: Manú, una inmigrante sin trabajo y sin ganas de encontrarlo ‘actúa’ en películas porno para conseguir dinero y alcohol. Un día es violada por un grupo de vándalos y cuando su hermano quiere vengarla, ella le da un tiro en la frente. Manú se encuentra por casualidad con Nadine, quien es drogadicta, alcohólica y prostituta de ocasión. Nadine, al igual que Manú es una asesina, pues estrangula a su compañera de departamento por un comentario intrascendente. Las dos mujeres se encuentran en la calle por casualidad e inician una travesía de sexo y asesinatos en serie.

La película no tendría mayor interés, pues no hay una línea argumental fuerte ni diálogos bien construidos, ni tampoco una fotografía espectacular. Su manufactura es bastante burda y cae en lugares comunes: violencia a mano armada y escenas de sexo muy parecidas a la tradición de películas triple X, manufacturadas para hombres. Sin embargo, esta película sirve para ejemplificar la violencia hard que habita el imaginario contemporáneo: una violencia vacía de contenidos, sin reglas ni motivos, una violencia indiferenciada donde las víctimas son las victimarias y viceversa. Si clásicamente la violencia aparecía en los filmes de género, donde el conflicto llevaba a los personajes hacia una muerte trágica, Baise-moi aparece como un reproductor de imágenes violentas en las cuales existe una gran indiferencia frente a la muerte y subsecuentemente frente a la existencia humana. Las imágenes parecen decir “somos carroña, no podemos ser otra cosa”.

Si el cine producido en las primeras décadas del siglo pasado presentaba una violencia que tenía una razón de ser o una intención: boxeadores que se peleaban cuerpo a cuerpo para salvar su honor, soldados que luchaban a muerte para proteger a sus naciones, el cine contemporáneo ha acabado con toda intención y justificación para la violencia. En esta pérdida de intención también se ha borrado la línea divisoria entre cine de arte y arte comercial, entre expresión artística y pornografía. Las imágenes de agresión son la forma y el contenido, y es difícil que nos remitan a la articulación de otros discursos. En Baise-moi, los personajes son planos, su psicología es vagamente esbozada y sus roles podrían ser fácilmente intercambiables. Los personajes y el celuloide son medios para presentar una violencia sin reglas ni motivos, una violencia que aparece como algo natural y que instala al espectador dentro de ella.

La violencia generada en estas mujeres es, al igual que en el sicario, la consecuencia de una vida sin proyectos. Los personajes viven en el aquí y en el ahora, tratando de satisfacer sus necesidades momentáneas como es comer, beber y tener sexo. Estos personajes también son el producto de una sociedad globalizada, gobernada por el mercado. Los comportamientos de Nadine y Manú (su violencia despiadada) son simulaciones de lo que han visto en el cine: ven películas porno y se comportan como prostitutas en sus encuentros sexuales, salen a buscar hombres a los casinos, compran armas disfrazadas con unas pelucas y matan con la intención de producir buenos diálogos. Por ejemplo, después de matar al hombre que les iba a vender las armas, las mujeres platican lo siguiente:

  • No tenemos estilo
  • Ni respuestas para el momento preciso
  • Tuvimos buenos gestos
  • No está mal para empezar y además no estuvimos tan mal
  • Aunque la gente muera los diálogos tienen que ser buenos
  • Estamos en el punto crucial
  • No podemos preparar las cosas con anticipación
  • Por supuesto, iría contra toda ética
  • Debemos de comprar bebida antes de regresar

Los impulsos violentos de los personajes responden a un vacío existencial, evocado a través de sus diálogos banales y mal elaborados. Estas mujeres son también objetossujetos de la violencia y no encuentran otra manera de relacionarse con el otro que a través de la muerte y el sexo.

A pesar de que aparentemente las imágenes de violencia son gratuitas, hay algo interesante en una de las primeras escenas que parece afirmar la objetivación del individuo (los personajes frente a la violencia) y por lo tanto, su deshumanización.

Cuando Manú y otra mujer son violadas, la mujer grita y grita y Manú sólo hace lo que le piden los violadores. Después de la violación, la mujer se le acerca a Manú y le pregunta ¿cómo pudo dejarse hacer eso? Manú responde:”sus vergas me valen, los conozco y me cago en ellos. Es como un auto, como no puedes impedir que lo roben, no dejas nada en el interior. No es más que una metida de culo”. En ese preciso momento Manú se compara con un coche y se vacía de contenidos, se vacía de su yo sujeto. Al ser percibida por el otro como objeto, en su conciencia ocurre una metamorfosis, también por analogía, de considerar al otro como objeto. Si yo soy objeto y no puedo evitar que los otros me violenten, entonces cuando yo violento a los otros, los otros dejan de ser sujetos para convertirse en el objeto de mi violencia.

Si en La Virgen de los Sicarios, la restitución del orden no es posible, en Baisemoi, se restituye el orden cuando Manú es asesinada en una tienda donde va a comprar sandwiches y Nadine es apresada por la policía cuando intenta suicidarse. En la novela producida en una sociedad tercermundista, agobiada por la pobreza y fastidiada por los intereses económicos de los países del primer mundo, la violencia endógena de esa sociedad tiende a diseminarse al punto de perder el control y fracturar su tejido social.

La película elaborada por una mentalidad primer mundista parece decir que existe la violencia difuminada y sin sentido en algunos rubros de las sociedades, pero que aún los sistemas legales son capaces de contener su desbordamiento. La violencia es connatural al hombre y quizá surge de la necesidad de seguir viviendo. Imaginar nuestra muerte es una manera de evitarla. Imaginarnos como carroña, víctima de una violencia incontrolable, es una manera de reflexionar sobre la vida. Tal vez todavía no estemos tan alejados de las sociedades primitivas y la violencia sea una manera de legitimar nuestra existencia. Quizá la violencia surge de la necesidad de rebelarnos a favor de nuestra dignidad, a favor de la negación de ser asesinados físicamente por los otros y mentalmente por la crisis del pensamiento contemporáneo.

ACT

La Aventura de Leer S2UACII

libro

LECTURA 1

La Privatización de la Educación

Enrique Maza

El gobierno de Aguascalientes pondrá en marcha este mes de noviembre un nuevo esquema de inversión en infraestructura para la educación pública. Ya no será el estado el que construya las escuelas. La iniciativa privada las construirá y las rentará al estado. «Ahora —dice el gobernador Luis Armando Reynoso Femat— requerimos que la iniciativa privada participe e invierta en infraestructura de gobierno y que el gobierno pague sus rentas. Es una forma diferente y queremos ser el primer gobierno del país que inicie este tipo de esquema». (Reforma, 30 de octubre, página 5.)

El 15 de octubre, el Instituto de Educación de Aguascalientes decidió abrir, a partir de este ciclo escolar, una nueva manera de contratación de profesores de educación pública. Ahora, una empresa privada se encarga de la selección, de la contratación y, en general, de llevar la relación laboral con los docentes. A cambio, el gobierno del estado paga 70 mil pesos quincenales por el servicio. Este es un primer experimento de privatizar la educación. Se pretende llevar el esquema de inversión privada a otras áreas de gobierno. (Ibídem.) Queda por ver si este es un plan piloto para su extensión posterior al país, si logran hacer que cuaje y no levanta mucho escándalo.

Es ya imponentemente obvio que los dos principales y más urgentes problemas que México enfrenta son la pobreza y la educación. Y, por tanto, esas son las dos áreas que representan más peligro para el proyecto neoliberal que se está implantando a injusticia, sangre y fuerza. La privatización de la educación rechaza la idea de que pueda haber otros caminos para resolver el problema de la desigualdad y de la inestabilidad social a través de mecanismos internos de redistribución de la riqueza. Y emprende la guerra ideológica para educar y convencer, empezando desde los primeros niveles de la educación, a una nación dividida, en la que surge cada vez con más fuerza el descontento popular.

La medida de Aguascalientes, que es apenas el principio, revela la urgencia que tiene el sistema de ideologizar a la población —para que acepte desde la infancia las bondades del proyecto neoliberal que la empobrece—, y para educar hacia la producción a la mano de obra del futuro. En otras palabras, la razón es invertir en el futuro de la privatización y proteger los derechos individuales y la propiedad de los dueños. Ese es el objetivo financiero e institucional de los nuevos arreglos de los poderes político y económico, cuyos valores ficticios deben siempre defender. Hay que establecer bases frescas para la acumulación de capital.

El proyecto ha quedado meridianamente claro con el huracán de los ricos, en la zona hotelera, donde se concentran la atención, la ayuda y el esfuerzo de reconstrucción del gobierno, y el huracán de los pobres, en Chiapas, donde los afectados, sobre todo los indígenas, van quedando abandonados a su suerte y a su renovada miseria, a pesar de las rimbombantes declaraciones del gobierno.

Hay una autocomplaciente satisfacción en los niveles altos y una exuberancia irracional, más allá del sentido común, que contrasta con la desesperanza y el abandono de los pobres y marginados. La corrupción corporativa, los negocios turbios, los enriquecimientos ilícitos, en este proceso político, han sido y son descarados. Entre tanto, la sociedad se fragmenta y queda desconectada a velocidades alarmantes, mientras sigue el proceso sin sentido y caótico de los intereses privados.

En ese proceso económico y político va naufragando la educación. Uno de los muchos datos inquietantes: Se calcula en alrededor de 80% el número de los jóvenes en edad universitaria que no tiene ni posiblemente va a tener educación superior. Si en algo debería gastar el gobierno es en eso. El problema es que esto que llaman democracia, esta modernidad en la que supuestamente estamos entrando, no es más que un combate para hacer justicia a los privilegios. No son los maestros del sindicato, a pesar de su anarquía, o por lo menos muchos de ellos, los que van a educar a sus alumnos en la pleitesía al privilegio. De ahí la necesidad de que la iniciativa privada empiece a hacerse cargo de la educación, ante la oportunidad que le ofrece la situación de abandono y de caos en que se encuentran los maestros y su sindicato.

México no se fabrica, como Estados Unidos, enemigos externos supuestamente amenazantes, cuyo obligatorio exterminio justifica todas las injusticias y aberraciones internas, ni distrae el patriotismo hacia afuera, para no tener que hacerlo vigente dentro. México tiene, en cambio, a muchos maestros y sindicatos de maestros dentro, que sufren en carne propia los efectos de la injusticia y de la acumulación que otros hacen de la riqueza. De ahí la necesidad de que la iniciativa privada seleccione, contrate y pague a los maestros, para que enseñen a los alumnos el verdadero patriotismo, que consiste en bendecir la acumulación privada de las riquezas de la nación y respetar y emular a aquellos que la llevan a cabo.

Se hace, además, en la etapa del desarrollo del pensamiento de los jóvenes hacia una mayor capacidad de abstracción, cuando se cuestionan y cuestionan todo a su alrededor en el intento de construir una nueva identidad. Es el momento en el que predominan la inestabilidad del carácter, de los sentimientos, de las creencias, de las convicciones, de las conductas, del estado de ánimo, cuando la rebeldía aparece como una actitud típica, cuando el adolescente cuestiona los valores que le fueron, transmitidos en su infancia y que consolidaron su identidad, porque constituyen el punto de referencia desde el cual sondea el mundo en la búsqueda de aquello que deberá elegir él mismo como convicciones y modo de vida.

Comenzar a transitar por el mundo de los adultos significa para el adolescente la pérdida definitiva de su condición de niño. Los cambios psicológicos que se producen en este periodo, que son el correlato de cambios corporales, llevan a una nueva dependencia con los padres, con los maestros y con el mundo. Es cuando se elabora la propia identidad. Por eso es clave en esta etapa la influencia de los maestros. Y por eso es importante dejar su selección a la iniciativa privada, para que les inculquen los valores y las convicciones del mercado. Como dice el dicho: «no dan paso sin guarache».

No es que este gobierno sea vano, es que no tiene densidad. Cree que es sujeto de una aventura sencilla, y nos lleva por una de esas aventuras intelectuales y éticas entre la bruma, pero únicamente repite la historia y desconoce no sólo la misma bruma en que navega, sino lo que sucede en su pueblo y las tragedias cotidianas de la pobreza que él mismo provoca. Lo más alarmante es que detrás de la tontería está la pasión. El culto al dinero, al poder y a la fuerza necesita una sociedad aplacada, sin disputas ni conflictos. Para eso hay que empezar desde la niñez y la juventud.

 

ACT

 




 

LECTURA 2

Hablemos de Liberalismo

Anónimo

El liberalismo y también su versión posmoderna fracasaron estrepitosamente y la cháchara hueca de los tecnócratas que manejan casi todas las economías latinoamericanas no puede ocultarlo por más que se adorne con diplomas de Harvard.

El liberalismo decimonónico se hundió bajo el peso de la Primera Guerra Mundial y la depresión de 1929, así que los mismos economistas y estadistas burgueses lo desecharon por inoperante y suicida para el capitalismo. Años después abrazaron el keynesianismo, que dio un segundo aire al sistema hasta principios de la década de los 70 del pasado siglo. En ese momento la tasa de ganancia del capitalismo dio inicio a una nueva fase de deterioro que lo llevó a resucitar fanáticamente las formas más salvajes de explotación y saqueo, ahora con el nombre de neoliberalismo. Pero éste no ha hecho más que prolongar su agonía con la especulación financiera y las guerras de rapiña, como la de Irak, que no podrán sostenerlo indefinidamente frente a una rebelión anticapitalista de grandes proporciones que ya está en marcha.

El orden mundial resultante beneficia exclusivamente a un exiguo grupo y es genocida del género humano. Estados Unidos no escapa a esta situación en la medida en que se ha convertido en una de las sociedades socialmente más desiguales y ecológicamente depredadoras. Ya en los años de Ronald Reagan y George Bush padre el uno por ciento más rico aumentó sus ingresos en 50 por ciento mientras el 10 por ciento más pobre veía disminuirlos en 15 por ciento. Si en 1977 el uno por ciento más rico ganaba 65 veces más que el 10 por ciento más pobre, ahora gana ¡115 veces más!, porque el de Bush II ha sido, como ninguno, un gobierno de, por y para los millonarios. Después del 11 de septiembre de 2001 las corporaciones se vieron liberadas de pagar 70 mil millones de dólares en impuestos. Esto ha llevado a un cuadro insostenible al Estado con el más grande déficit presupuestario y comercial de la historia en que los ciudadanos de a pie asumen 80 por ciento de la carga fiscal y las corporaciones sólo 20 por ciento.

Pero el fracaso del neoliberalismo se ve más claro en América Latina que en ninguna otra parte, porque aquí las elites han aplicado sus recetas con una abyección sin par ante el imperio. El resultado, con las excepciones de Cuba y recientemente Venezuela y Bolivia, ha sido la acentuación del subdesarrollo y la dependencia mediante varios mecanismos de despojo inicuo, entre ellos la privatización de los recursos que los estados de la región acumularon durante décadas. No menos importante es la deuda externa, en cuyo pago se va hoy 50 por ciento de sus ingresos por exportación. Se da la paradoja de que el gasto público destinado a lo social disminuye en la misma medida en que crece desmesuradamente el destinado a pagar la deuda. La desindustrialización de nuestros países devino una norma y han aumentado exponencialmente el desempleo y el abandono de los servicios de educación, salud y seguridad social. A la vez, se estimuló un incremento sin precedentes del individualismo feroz, el consumismo, la banalidad y la corrupción de las elites, y una ruptura de las redes de solidaridad comunitaria, que unidos al aumento de la pobreza y la degradación de los valores éticos conducen inevitablemente a un ascenso meteórico de la delincuencia. Es un verdadero escarnio la manipulación del tema de la delincuencia por una maquinaria mediática que ha ganado millonadas con estas políticas y que empuja a un vértigo insano de compra, no de satisfacción de necesidades, a sociedades paupérrimas. América Latina cuenta ya con 227 millones de pobres, de ellos 94 millones en la indigencia. En síntesis, el neoliberalismo ha creado el panorama social y moral más desastroso que haya vivido nuestra América desde la época de la primera independencia.

Por fortuna, no sólo ha producido esto. Aunque no se exprese por igual en todos los países, existe un ansia generalizada en los pueblos latinoamericanos hacia la búsqueda de alternativas de solidaridad social. A dos décadas y media de la aplicación de las recetas del Consenso de Washington nuestra región vive un clima de rebeldía civil incontenible, firmemente asentado en sus combativas tradiciones. No es casual que en la «modernización» de los programas de estudio los neoliberales supriman la historia, dejando, si acaso, una versión a modo de su chata e ignorante visión del mundo.

 

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La Aventura de Leer S2UACI

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LECTURA 1

A pesar de los pesares

Eduardo Galeano

América Latina ya no es una amenaza. Por tanto, ha dejado de existir. Rara vez las fábricas universales de opinión pública se dignan a echarnos alguna ojeada. Y sin embargo Cuba, que tampoco amenaza a nadie, es todavía una obsesión universal.

No le perdonan que siga estando, que maltrecha y todo siga siendo. Esa islita sometida a feroz estado de sitio, condenada al exterminio por hambre, se niega a dar el brazo a torcer. ¿Por dignidad nacional? No, no, nos explican los entendidos: por vocación suicida. Con la pala en alto, los enterradores esperan. Tanta demora los irrita. Al Este de Europa han hecho un trabajo rápido y total, contratados por los propios cadáveres, y ahora están ansiosos por arrojar tierra sin flores sobre esta porfiada dictadura roja que se niega a aceptar su destino. Los enterradores ya tienen preparada la maldición fúnebre. No para decir que la revolución cubana ha muerto de muerte matada: para decir que ha muerto porque morir quería.

Entre los más impacientes, entre los más furiosos, están los arrepentidos. Ayer han confundido al estalinismo con el socialismo y hoy tienen huellas que borrar, un pasado que expiar: las mentiras que dijeron, las verdades que callaron. Es el Nuevo Orden Mundial, los burócratas se hacen empresarios y los censores se vuelven campeones de la libertad de expresión.

Nunca he confundido a Cuba con el paraíso. ¿Por qué voy a confundirla, ahora, con el infierno? Yo soy uno más entre los que creemos que se puede quererla sin mentir ni callar.

Fidel Castro es un símbolo de dignidad nacional. Para los latinoamericanos, que ya estamos cumpliendo cinco siglos de humillación, un símbolo entrañable. Pero Fidel ocupa, desde hace añares, el centro de un sistema burocrático, sistema de ecos de los monólogos del poder, que impone la rutina de la obediencia contra la energía creadora; y a la corta o a la larga, el sistema burocrático -partido único, verdad única- acaba por divorciarse de la realidad. En estos tiempos de trágica soledad que Cuba está sufriendo, el Estado omni-potente se revela omni-impotente.

Ese sistema no proviene de la oreja de una cabra. Proviene, sobre todo, del veto imperial. Apareció cuando la revolución no tuvo más remedio que cerrarse para defenderse, obligada a la guerra por quienes prohibían que Cuba fuera Cuba; y el incesante acoso exterior lo fue consolidando a lo largo del tiempo. Hace más de treinta años que el veto imperial se aplica, de mil maneras, para impedir la realización del proyecto de la Sierra Maestra. Continuo escándalo de hipocresía: desde aquel entonces, toman examen de democracia a Cuab, los fabricantes de todas las dictaduras militares que en Cuba han sido.

En Cuba, democracia y socialismo nacieron para ser dos nombres de la misma cosa; pero los mandones del mundo sólo otorgan la libertad de elegir entre el capitalismo y el capitalismo.

El modelo de la Europa del Este, que tan fácilmente se ha derrumbado allá, no es la revolución cubana. La revolución cubana, que no llegó desde arriba ni se impuso desde afuera, ha crecido desde la gente, y no contra ella ni a pesar de ella. Por eso ha podido desarrollar una conciencia colectiva de patria: el imprescindible auto-respeto que está en la base de la auto-determinación.

El bloqueo de Haití, anunciado con bombos y platillos en nombre de la democracia herida, fue un fugaz espectáculo. No duró nada. Terminó mucho antes del regreso de Aristide. No podía durar: en democracia o en dictadura, hay cincuenta empresas norteamericanas que sacan jugo a esa mano de obra baratísima.

En cambio, el bloqueo contra Cuba se ha multiplicado con los años. ¿Un asunto bilateral? Así dicen; pero nadie ignora que el bloqueo norteamericano implica, hoy por hoy, el bloqueo universal. A Cuba se le niega el pan y la sal y todo lo demás. Y también implica, aunque lo ignoren muchos, la negación del derecho a la autodeterminación.

El cerco asfixiante tendido en torno a Cuba es una forma de intervención, la más feroz, la más eficaz, en sus asuntos internos. Genera desesperación, estimula la represión, desalienta la libertad. Bien lo saben los bloqueadores.

Ya no hay Unión Soviética. Ya no se puede cambiar, a precios justos, azúcar por petróleo.

Cuba queda condenada al desamparo. El bloqueo multiplica el canibalismo de un mercado internacional que paga nada y cobra todo. Acorralada, Cuba apuesta al turismo. Y se corre el peligro de que resulte peor el remedio que la enfermedad.

Cotidiana contradicción: los turistas extranjeros disfrutan de una isla dentro de la isla, donde para ellos hay lo que para los cubanos falta. Se reabren viejas heridas de la memoria. Hay bronca popular, bronca justa, en esta patria que había sido colonia, y había sido putero, y había sido garito.

Penosa situación, sin duda; que por ser cubana, se mira con lupa. Pero, ¿quién puede tirar la primera piedra? ¿No se consideran normales, en toda América Latina, los privilegios del turismo extranjero? Y, peor, ¿no se considera normal la sistemática guerra contra los pobres, desde el mortal muro que separa a los que tienen hambre de los que tienen miedo?

¿En Cuba hay privilegios? ¿Privilegios del turismo y también, en cierta medida, privilegios del poder? Sin duda. Pero el hecho es que no existe sociedad más igualitaria en América. Se reparte la pobreza: no hay leche, es verdad, pero la leche no falta a los niños ni a los viejos. La comida es poca, y no hay jabones, y el bloqueo no explica por arte de magia todas las escaseces; pero en plena crisis sigue habiendo escuelas y hospitales para todos, lo que no resulta fácil de imaginar en un continente donde tantísima gente no tiene otro maestro que la calle, ni más médico que la muerte.

La pobreza se reparte, digo, y se reparte: Cuba sigue siendo el país más solidario del mundo. Recientemente, por poner un ejemplo, Cuba fue el único país que abrió las puertas a los haitianos fugitivos del hambre y de la dictadura militar, que en cambio fueron expulsados de los Estados Unidos.

Tiempo de derrumbamiento y perplejidad; tiempo de grandes dudas y certezas chiquitas.

Pero quizá no sea tan chiquita esta certeza: cuando nacen desde adentro, cuando crecen desde abajo, los grandes procesos de cambio no terminan en su lado jodido.

Nicaragua, pongamos por caso, que viene de una década de asombrosa grandeza, ¿podrá olvidar lo que aprendió en materia de dignidad y justicia y democracia? ¿Termina el sandinismo en algunos dirigentes que no han sabido estar a la altura de su propia gesta, y se han quedado con autos y casas y otros bienes públicos? Seguramente el sandinismo es bastante más que esos sandinistas que habían sido capaces de perder la vida en la guerra y en la paz no han sido capaces de perder las cosas.

La revolución cubana vive una creciente tensión entre las energías de cambio que ella contiene y sus petrificada estructuras de poder.

Los jóvenes, y no sólo los jóvenes, exigen más democracia. No un modelo impuesto desde afuera, prefabricado por quienes desprestigian a la democracia usándola como coartada de la injusticia social y la humillación nacional. La expresión real, no formal, de la voluntad popular, quiere encontrar su propio camino. A la cubana. Desde adentro, desde abajo.

Pero la liberación plena de esas energías de cambio no parece posible mientras Cuba continúe sometida a estado de sitio. El acoso exterior alimenta las peores tendencias del poder: las que interpretan toda contradicción como un posible acto de conspiración, y no como la simple prueba de que está viva la vida.

Se juzga a Cuba como si no estuviera padeciendo, desde hace más de treinta años, una continua situación de emergencia. Astuto enemigo, sin duda, que condena las consecuencias de sus propios actos.

Yo estoy en contra de la pena de muerte. En cualquier lugar. En Cuba, también. Pero, ¿se puede repudiar los fusilamientos en Cuba sin repudiar, a la vez, el cerco que niega a Cuba la libertad de elegir y la obliga a vivir en vilo?

Sí, se puede. Al fin y al cabo, a Cuba le dictan cursos de derechos humanos quienes silban y miran para otro lado cuando la pena de muerte se aplica en otros lugares de América. Y no se aplica de vez en cuando, sino de manera sistemática: achicharrando negros en las sillas eléctricas de los Estados Unidos, masacrando indios en las sierras de Guatemala, acribillando niños en las calles de Brasil.

Y por lamentables que hayan sido los fusilamientos en Cuba, al fin y al cabo, ¿deja de ser admirable la porfiada valentía de esta isla minúscula, condenada a la soledad, en un mundo donde el servilismo es alta virtud o prueba de talento? ¿Un mundo donde quien no se vende, se alquila?

 

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LECTURA 2

Las Guerras Mienten

Eduardo Galeano

Las guerras dicen que ocurren por nobles razones: la seguridad internacional, la dignidad nacional, la democracia, la libertad, el orden, el mandato de la civilización o la voluntad de Dios.

Ninguna tiene la honestidad de confesar: «Yo mato para robar».

No menos de tres millones de civiles murieron en el Congo a lo largo de la guerra de cuatro años que está en suspenso desde fines de 2002.

Murieron por el coltan, pero ni ellos lo sabían. El coltan es un mineral raro, y su raro nombre designa la mezcla de dos raros minerales llamados columbita y tantalita. Poco o nada valía el coltan, hasta que se descubrió que era imprescindible para la fabricación de teléfonos celulares, naves espaciales, computadoras y misiles; y entonces pasó a ser más caro que el oro.

Casi todas las reservas conocidas de coltan están en las arenas del Congo. Hace más de cuarenta años, Patricio Lumumba fue sacrificado en un altar de oro y diamantes. Su país vuelve a matarlo cada día. El Congo, país pobrísimo, es riquísimo en minerales, y ese regalo de la naturaleza se sigue convirtiendo en maldición de la historia.

Los africanos llaman al petróleo mierda del Diablo.

En 1978 se descubrió petróleo en el sur de Sudán. Siete años después, se sabe que las reservas llegan a más del doble, y la mayor cantidad yace al oeste del país, en la región de Darfur.

Allí ha ocurrido recientemente, y sigue ocurriendo, otra matanza. Muchos campesinos negros, dos millones según algunas estimaciones, han huido o han sucumbido, por bala, cuchillo o hambre, al paso de milicias árabes que el gobierno respalda con tanques y helicópteros.

Esta guerra se disfraza de conflicto étnico y religioso entre los pastores árabes, islámicos, y los labriegos negros, cristianos y animistas. Pero ocurre que las aldeas incendiadas y los cultivos arrasados estaban donde ahora empiezan a estar las torres petroleras que perforan la tierra.

La negación de la evidencia, injustamente atribuida a los borrachos, es la más notoria costumbre del presidente del planeta, que gracias a Dios no bebe una gota.

El sigue afirmando, un día sí y otro también, que su guerra de Irak no tiene nada que ver con el petróleo.

«Nos han engañado ocultando información sistemáticamente», escribía desde Irak, allá por 1920, un tal Lawrence de Arabia: «El pueblo de Inglaterra ha sido llevado a Mesopotamia para caer en una trampa de la que será difícil salir con dignidad y con honor».

Yo sé que la historia no se repite; pero a veces dudo.

¿Y la obsesión contra Chávez? ¿Nada tiene que ver con el petróleo de Venezuela esta frenética campaña que amenaza matar, en nombre de la democracia, al dictador que ha ganado nueve elecciones limpias?

Y los continuos gritos de alarma por el peligro nuclear iraní, ¿nada tienen que ver con el hecho de que Irán contenga una de las reservas de gas más ricas del mundo? Y si no, ¿cómo se explica eso del peligro nuclear? ¿Fue Irán el país que descargó las bombas nucleares sobre la población civil de Hiroshima y Nagasaki?

La empresa Bechtel, con sede en California, había recibido en concesión por cuarenta años el agua de Cochabamba. Toda el agua, incluida la de las lluvias. No bien se instaló, triplicó las tarifas. Una pueblada estalló y la empresa tuvo que irse de Bolivia.

El presidente Bush se apiadó de la expulsada, y la consoló otorgándole el agua de Irak.

Muy generoso de su parte. Irak no sólo es digno de aniquilación por su fabulosa riqueza petrolera: este país, regado por el Tigris y el Eufrates, también merece lo peor porque es la más rica fuente de agua dulce de Medio Oriente.

El mundo está sediento. Los venenos químicos pudren los ríos y las sequías los exterminan, la sociedad de consumo consume cada vez más agua, el agua es cada vez menos potable y cada vez más escasa. Todos lo dicen, todos lo saben: las guerras del petróleo serán, mañana, guerras del agua.

En realidad, las guerras del agua ya están ocurriendo.

Son guerras de conquista, pero los invasores no echan bombas ni desembarcan tropas. Viajan vestidos de civil estos tecnócratas internacionales que someten a los países pobres a estado de sitio y exigen privatización o muerte. Sus armas, mortíferos instrumentos de extorsión y de castigo, no hacen bulto ni meten ruido.

El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, dos dientes de la misma pinza, impusieron, en estos años, la privatización del agua en dieciseis países pobres. Entre ellos, algunos de los más pobres del mundo, como Benín, Níger, Mozambique, Ruanda, Yemen, Tanzania, Camerún, Honduras, Nicaragua… El argumento era irrefutable: o entregan el agua o no habrá clemencia con la deuda ni préstamos nuevos.

Los expertos también tuvieron la paciencia de explicar que no hacían eso por desmantelar soberanías, sino por ayudar a la modernización de los países hundidos en el atraso por la ineficiencia del Estado. Y si las cuentas del agua privatizada resultaban impagables para la mayoría de la población, tanto mejor: a ver si así se despertaba por fin su dormida voluntad de trabajo y de superación personal.

En la democracia, ¿quién manda? ¿Los funcionarios internacionales de las altas finanzas, votados por nadie?

A finales de octubre del año pasado, un plebiscito decidió el destino del agua en Uruguay. La gran mayoría de la población votó, por abrumadora mayoría, confirmando que el agua es un servicio público y un derecho de todos.

Fue una victoria de la democracia contra la tradición de impotencia, que nos enseña que somos incapaces de gestionar el agua ni nada; y contra la mala fama de la propiedad pública, desprestigiada por los políticos que la han usado y maltratado como si lo que es de todos fuera de nadie.

El plebiscito de Uruguay no tuvo ninguna repercusión internacional. Los grandes medios de comunicación no se enteraron de esta batalla de la guerra del agua, perdida por los que siempre ganan; y el ejemplo no contagió a ningún país del mundo. Este fue el primer plebiscito del agua y hasta ahora, que se sepa, fue también el último.

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LECTURA 1

Comunicación: Espada de Damocles

José Steinsleger

Con estrella o estrellados, desde antes de llegar al mundo, empezamos a comunicarnos. Luego esta interacción, que empieza en el útero profundo, da un salto de calidad: los signos y palabras del primer «contexto» (entorno afectivo) nos informarán que las cosas, para adquirir sentido, deben ser nombradas. Las facultades comunicativas primarias nos permitirán ir destrabando no sólo la lengua, sino también el lenguaje. Todo lenguaje es construcción social. Oír y ver no conllevan comprensión natural alguna del lenguaje. La comprensión requiere de un aprendizaje adicional: el acto de razonar.

Descreamos, por tanto, de los ratones de la propaganda: ninguna imagen valdrá jamás «por mil palabras». En efecto, podemos contar con datos, imágenes, noticias, hechos y sucesos que nos llegan sin permiso y en cascada golpeando nuestra capacidad de razonamiento y de comprensión.

¿Eso es «información»? ¿Quién estará informándonos qué, por qué, desde dónde y para qué? ¿Será que informar es igual a comunicar? Si la comunicación (interacción cinematográfica) es doblegada por la información (acción fotográfica), lo más probable y seguro es que alguien intenta manipularnos. La información per se intoxica y abruma. La comunicación analizada y contextualizada esclarece, emancipa y libera. Ambas acciones se retroalimentan y deben ser parte de un mismo proceso. De lo contrario, la capacidad y conciencia crítica se ofusca y debilita.

Entenderse a uno mismo y comprender al otro sólo es posible educándose en actitud franca y honesta consigo mismo y con el otro. Sólo así es posible, y valga la redundancia, la cultura entendida como cultivo de los conocimientos y capacidades intelectivas. Sin comunicación no hay educación ni cultura, y viceversa.

Comunicación y educación permiten que una persona pueda caminar sintiendo la tierra bajo sus pies. Con todo, ninguna persona prospera sin plena salud, tercera pata de la cultura. Comunicación, salud y educación tampoco resuelven todos los problemas, pero al menos tienden a sentar las bases para que pueblos y personas se desenvuelvan con mayor conciencia de sí.

El mundo que vivimos refleja exactamente lo opuesto de lo apuntado: programadamente, las formas despóticas del poder (y en particular las formas despóticas y clasistas de la ilustración) cultivan la ignorancia, la enfermedades y la desinformación (o la información descontextualizada).

A veces, el poder invierte esfuerzos en comunicación, salud y educación más con una visión de sus contenidos (ideología), cuyo propósito consiste en reproducir los antivalores que lo expresan y representan.

Con la soberbia y fanatismo que las caracterizan, las corporaciones económicas que actúan por encima y al margen de los estados están destruyendo lo mejor de nuestro pasado, dictando los imperativos de un presente caótico que con sus reglas del juego bloquea toda posibilidad de futuro sostenible.

Los más implacables feroces representantes de estos grupos «trasnacionales» y «globalizadotes» del «primer mundo» anidan en las madrigueras de los grupos más pequeños (nacionales) que con entreguismo, irresponsabilidad y miopía administran sus intereses depredadores. Ambos grupos se rigen por un denominador común: el control totalitario de los medios de información y comunicación.

En uno de sus escritos, nos recuerda el insigne investigador Gregorio Selser: «Pasaron los tiempos en que se entraba en posesión de un diario o una radio con la misma naturalidad con que se compraban acciones de una empresa metalúrgica o naviera o en que se veía a un diario como ‘un negocio’. Controlar y poseer hoy una publicación, una radio o un canal de televisión es un acto eminentemente político».

En 1946, el artículo 19 de la UNESCO habló de que «… todos tienen el derecho de libertad de opinión y de expresión; estos derechos incluyen la libertad para sustentar las opiniones sin interferencias y el investigar, recibir e impartir informaciones e ideas a través de cualquier medio sin limitación de fronteras».

En efecto, si en los decenios de 1940 y 1950 la problemática de los pueblos giró en torno a la independencia política y en los años de 1960 la demanda se amplió para abarcar la soberanía económica, en los de 1970 los movimientos emancipadores entendieron que también debían participar en el terreno de la cultura y las comunicaciones.

Más de medio siglo después, las nuevas Leyes de Indias se llaman «democracia representativa», «libertad de mercado» y, por sobre todo, «libertad de expresión». Inconfesable, el objetivo del imperio y los gatos nativos ya no consiste en el mero despojo de las riquezas naturales. Su propósito va más profundo: doblegar y conquistar, a través de los medios, la capacidad de resistencia de las personas conscientes.

Sobre ella se trabaja en forma incesante y avanza en forma desapercibida, «entretenida». ¿Estamos seguros de que «no pasarán»?

 

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LECTURA 2

Atenco y la Tortura Sexual

Carlos Fazio

De manera paulatina, la información sobre la represión gubernamental en San Salvador Atenco, Edo. de México, fue desnudando los aspectos más horrendos del protofascismo mexicano. De la mano de una guerra antisubversiva que no se atreve a decir su nombre, irrumpió en México la tortura sexual; una doble tortura. Los testimonios de las presas políticas en el penal de Santiaguito, en el estado de México, no dejaron lugar a duda: revelaron que sus captores-violadores tuvieron un mismo patrón de conducta sádica y lasciva. Señalaron que fueron encapuchadas o les cubrieron la cara con su ropa; las desnudaron de manera violenta; las sometieron al peor trato verbal y a insultos sexistas («putas», «perras», «hijas de la chingada», «pendejas»), mientras las golpeaban con saña en todo el cuerpo; tocaron sus genitales y ano con brutalidad; en muchos casos las penetraron con dedos y/u objetos, y en alguno con el pene; varias fueron obligadas a hacer sexo oral, en algún caso de manera tumultuaria; durante varias horas fueron sometidas a torturas física, sicológica y moral; las amenazaron de muerte; las mantuvieron incomunicadas y en estado de indefensión física y mental, y a todas se les negó asistencia médica y legal de su confianza, lo que aumentó su vulnerabilidad.

El caso Atenco exhibe un cambio en la modalidad represiva del régimen de Vicente Fox y los organismos de seguridad del Estado. Con un antecedente: las técnicas de «interrogatorio» utilizadas contra los y las altermundistas detenidos en el marco de la cumbre de Guadalajara, en 2004, combinaban ya distintas formas de tortura con la desnudez de la víctima, la humillación, el ataque lascivo. Ahora, en Atenco, la participación de más de medio centenar de elementos policiales en actos de violación en masa no puede explicarse por una suerte de «epidemia sádica». La conducta del torturador no puede comprenderse sólo desde una perspectiva pulsional. Por ello se puede deducir que los abusos, violaciones y otras aberraciones sexuales perpetradas por los «agentes del orden» durante el traslado de las prisioneras de Atenco a Santiaguito derivaron de una orden superior, que no fueron «desviaciones» a la «norma» perpetrada «de manera individual» por algunos «malos elementos» de la policía. Que no sólo se siguieron los códigos militares de los ejércitos coloniales de ocupación, que hacen del cuerpo femenino un objeto, un botín de guerra para el vencedor y una venganza o castigo contra el enemigo. No. La violencia erótica y la «colonización del cuerpo de las mujeres», según la expresión utilizada por Lydia Cacho, es la concreción del poder que otorga la autoridad. Pero además esa forma de violencia forma parte de la tortura, que es un hecho prioritariamente político. Quienes aplicaron tormentos físicos, sicológicos y sexuales en contra de las detenidas y los detenidos, ¿existe la denuncia de un varón violado con un tolete?, cumplían órdenes superiores.

Las mujeres fueron violadas y ultrajadas de manera intencional, como medio de degradación humana y desmoralización, de aniquilación y desvalorización. En ese sentido, como dijo la dirigente del Grupo Eureka, Rosario Ibarra, fue «una violación de Estado». Y como apuntó Adolfo Gilly, «se violaron mujeres, seres humanos, no (sólo) derechos humanos». Pero es necesario inscribir esos hechos como parte de otra cuestión: la de Atenco fue una acción de tipo contrainsurgente. Y en ese marco, la tortura busca generar un sentimiento de terror en el resto de la población. Los mandos del operativo, el vicealmirante Wilfrido Robledo, jefe de la Agencia de Seguridad del Estado mexiquense, y el general de brigada Ardelio Vargas, jefe del estado mayor de la Policía Federal Preventiva, ¿apoyados por el experto en contraterrorismo Genaro García Luna, director de la Agencia Federal de Investigaciones?, señalaron a la opinión pública que actuaron en contra de un grupo de «secuestradores» y «delincuentes». Es en ese contexto que hay que analizar los hechos, incluida la tortura con su componente sexual.

Cabe enfatizar que la tortura es instrumento político de la dominación violenta ejercida a través del Estado, que busca crear un clima de miedo en la población. Es una actividad intencional y premeditada, programada de manera sistemática y científica para la producción de dolores físicos y síquicos, que además constituye un asalto violento a la integridad humana. Pero la tortura y su ejercicio actual en México van más allá de las raíces etimológicas del concepto (del latín torquere, tortus; tortura-retorcer, atormentar, infligir dolor). También es una demostración de poder y reflejo de la relación entre los detentadores de ese poder y los reprimidos.

En términos políticos , la tortura es el nivel represivo más agudo del enfrentamiento de las fuerzas sociales a través de sus representantes envueltos en una relación donde la dominación y lo inerme reflejan, en su dialéctica, conflictos ineludibles del sistema. Aparte de obtener información -aspecto no prioritario en el caso Atenco-, la finalidad de la tortura es destruir y quebrantar al sujeto. Destruir el ser-humano-concreto y el-ser-político para, por medio de la ejemplificación, aterrar a la población y a los opositores del régimen.

La tortura sexual contra las mujeres de Atenco constituye una violación generalizada o sistemática intencional. La responsabilidad criminal no es sólo de los elementos policiales que materializaron el hecho, sino también de los mandos superiores que ordenaron a sus subordinados actuar así. Unos y otros no deben quedar impunes. Hay que exigir justicia para impedir que se legitime el nuevo Estado violador.

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LECTURA 1

La revolución social y las universidades

(Discurso en la universidad de Guadalajara, Diciembre de 1972)
Salvador Allende

Puedes ver el video del Discurso:

 

Qué difícil es para mí poder expresar lo que he vivido y sentido en estas breves y largas horas de convivencia con el pueblo mexicano, con su gobierno. Cómo poder traducir lo que nosotros, integrantes de la delegación de nuestra patria, hemos recibido en generosa entrega y como aporte solidario a nuestro pueblo en la dura lucha en que está empeñado.

Yo, más que otros, sé perfectamente bien que esta actitud del pueblo de México nace de su propia historia. Y aquí se ha recordado ya cómo Chile estuvo presente junto a Juárez, el hombre de la independencia mexicana proyectada en ámbito continental; y cómo entendemos perfectamente bien que, además de esta raíz común, que antes fuera frente a los conquistadores, México es el primer país de Latinoamérica que en 1938, a través de la acción de un hombre preclaro de esta tierra y de América Latina, nacionaliza el petróleo a través de la acción del general, presidente Lázaro Cárdenas.

Por eso ustedes, que supieron del ataque alevoso, tuvieron que sentir el llamado profundo de la patria en un superior sentido nacional; por eso ustedes, que sufrieron largamente el embate de los intereses heridos por la nacionalización; por eso ustedes, más que otros pueblos de este continente, comprenden la hora de Chile, que es la misma que ustedes tuvieron en 1938 y los años siguientes. Por eso es que la solidaridad de México nace en su propia experiencia y se proyecta con calidad fraternal frente a Chile, que está hoy realizando el mismo camino liberador que ustedes.

Desde que llegara cerca de esta universidad, ya comprendí perfectamente bien el espíritu que hay en ella, en los letreros de saludo a mi presencia aquí, tan solo como mensajero de mi pueblo, con los cambios, con la lucha por la independencia económica y por la plena soberanía en nuestros pueblos.

Y porque una vez fui universitario, hace largos años, por cierto -no me pregunten cuántos-, porque pasé por la universidad no en búsqueda de un título solamente: porque fui dirigente estudiantil y porque fui expulsado de la universidad, puedo hablarles a los universitarios a distancia de años; pero yo sé que ustedes saben que no hay querella de generaciones: hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, y en éstos me ubico yo.

Hay jóvenes viejos que comprenden que ser universitario, por ejemplo, es un privilegio extraordinario en la inmensa mayoría de los países de nuestro continente. Esos jóvenes viejos creen que la universidad se ha levantado como una necesidad para preparar técnicos y que ellos deben estar satisfechos con adquirir un título profesional. Les da rango social y el arribismo social, caramba, qué dramáticamente peligroso, les da un instrumento que les permite ganarse la vida en condiciones de ingresos superiores a la mayoría del resto de los conciudadanos.

Y estos jóvenes viejos, si son arquitectos, por ejemplo, no se preguntan cuántas viviendas faltan en nuestros países y, a veces, ni en su propio país. Hay estudiantes que con un criterio estrictamente liberal, hacen de su profesión el medio honesto para ganarse la vida, pero básicamente en función de sus propios intereses.

Allá hay muchos médicos -y yo soy médico- que no comprenden o no quieren comprender que la salud se compra, y que hay miles y miles de hombres y mujeres en América Latina que no pueden comprar la salud; que no quieren entender, por ejemplo, que a mayor pobreza mayor enfermedad, y a mayor enfermedad mayor pobreza y que, por tanto, si bien cumplen atendiendo al enfermo que demanda sus conocimientos sobre la base de los honorarios, no piensan en que hay miles de personas que no pueden ir a sus consultorios y son pocos los que luchan porque se estructuren los organismos estatales para llevar la salud ampliamente al pueblo.

De igual manera que hay maestros que no se inquietan en que haya también cientos y miles de niños y de jóvenes que no pueden ingresar a las escuelas. Y el panorama de América Latina es un panorama dramático en las cifras, de su realidad dolorosa.

Llevamos, casi todos los pueblos nuestros, más de un siglo y medio de independencia política, y ¿cuáles son los datos que marcan nuestra dependencia y nuestra explotación? Siendo países potencialmente ricos, la inmensa mayoría somos pueblos pobres.

En América Latina, continente de más de 220 millones de habitantes, hay cien millones de analfabetos y semianalfabetos.

En este continente hay más de 30 millones de cesantes absolutos, y la cifra se eleva por sobre 60 millones tomando en consideración aquellos que tienen trabajos ocasionales.

En nuestro continente 53% de la población según algunos, y según otros 57%, se alimenta en condiciones por debajo de lo normal. En América Latina faltan más de 26 millones de viviendas.

En estas circunstancias cabe preguntar, ¿cuál es el destino de la juventud? Porque este continente es un continente joven. 51% de la población de América Latina está por debajo de los 27 años, por eso puedo decir -y ojalá me equivoque- que ningún gobierno e incluyo, por cierto, el mío y todos los anteriores de mi patria, ha podido solucionar los grandes déficit, las grandes masas de nuestro continente en relación con la falta de trabajo, la alimentación, la vivienda, la salud. Para qué hablar de la recreación y del descanso.

En este marco que encierra y aprisiona a nuestros pueblos hace un siglo y medio, es lógico que tengan que surgir, desde el dolor y el sufrimiento de las masas, anhelos de alcanzar niveles de vida y existencia y de cultura.

Si hoy tenemos las cifras que aquí he recordado, ¿qué va a ocurrir si las cosas no cambian cuando seamos 360 ó 600 millones de habitantes? En un continente en donde la explosión demográfica está destinada a compensar la alta mortalidad infantil, los pueblos así se defienden; pero a pesar de ello aumenta vigorosamente la población de nuestros países, y el avance tecnológico en el campo de la medicina ha elevado -y también al mejorarse condiciones de vida ha mejorado- el promedio de nuestra existencia que, por cierto, es muy inferior al de los países del capitalismo industrial y a los países socialistas.

Pero ningún gobierno de este continente -democráticos los hay pocos, pseudodemocráticos hay más, dictatoriales también los hay-, ningún gobierno ha sido capaz de superar los grandes déficit, reconociendo, por cierto, que han hecho esfuerzos indiscutiblemente laudatorios por gobierno, y especialmente por los gobiernos democráticos, porque escuchan la voz, la protesta, el anhelo de los pueblos mismos para avanzar en la tentativa frustrada y hacer posible que estos déficit no sigan pesando sobre nuestra existencia.

¿Y por qué sucede esto? Porque somos países monoproductores en la inmensa mayoría: somos los países del cacao, del banano, del café, del estaño, del petróleo o del cobre. Somos países productores de materias primas e importadores de artículos manufacturados; vendemos barato y compramos caro.

Nosotros, al comprar caro estamos pagando el alto ingreso que tiene el técnico, el empleado y el obrero de los países industrializados. Además, en la inmensa mayoría de los casos, como las riquezas fundamentales están en manos del capital foráneo, se ignoran los mercados, no se interviene en los precios, ni en los niveles de producción. La experiencia la hemos vivido nosotros en el cobre, y ustedes en el petróleo.

Somos países en donde el gran capital financiero busca, y encuentra, por complacencia culpable muchas veces de gente que no quiere entender su deber patriótico, la posibilidad de obtenerlo.

¿Por qué? ¿Qué es el imperialismo, compañeros jóvenes? Es la concentración del capital en los países industrializados que alcanzando la fuerza de capital financiero, abandonan las inversiones en las metrópolis económicas, para hacerlo en nuestros países y, por lo tanto, este capital que en su propia metrópoli tiene utilidades muy bajas, adquiere grandes utilidades en nuestras tierras, porque, además, muchas veces las negociaciones son entre las compañías que son dueñas de éstas y que están más allá de nuestras fronteras.

Entonces, somos países que no aprovechamos los excedentes de nuestra producción, y este continente ya conoce, no a través de los agitadores sociales con apellido político, como el que yo tengo de socialista, sino a través de las cifras de la CEPAL, organismo de las Naciones Unidas, que en la última década -no puedo exactamente decir si de 1950 a 1960 o de 1956 a 1966-, América Latina exportó mucho más capitales que los que ingresaron en ella.

De esta manera se ha ido produciendo una realidad que es común en la inmensa mayoría de todos nuestros pueblos: somos países ricos potencialmente, y vivimos como pobres. Para poder seguir viviendo, pedimos prestado. Pero al mismo tiempo somos países exportadores de capitales. Paradoja típica del régimen en el sistema capitalista.

Por ello, entonces, es indispensable comprender que dentro de esta estructura, cuando internacionalmente los países poderosos viven y fortalecen su economía de nuestra pobreza, cuando los países financieramente fuertes necesitan de nuestras materias primas para ser fuertes, cuando la realidad de los mercados y los precios lleva a los pueblos de éste y otros continentes, a endeudarse, cuando la deuda de los países del Tercer Mundo alcanza la fantástica cifra de 95 mil millones de dólares, cuando a mi país, país democrático, con muy sólidas instituciones, país que tiene un Congreso en funciones hace 160 años, país en donde las Fuerzas Armadas -igual que en México- son fuerzas armadas profesionales, respetuosas de la ley y la voluntad popular; cuando mi país, que es el segundo productor de cobre en el mundo y tiene las más grandes reservas de cobre del mundo y tiene la más grande mina de tajo abierto del mundo y tiene la más grande mina subterránea del mundo, Chuquicamata y El Teniente; cuando mi país se ha visto obligado a endeudarse con una deuda externa per cápita que sólo puede ser superada por la deuda que tiene Israel, que podemos estimar que está en guerra; cuando yo debía haber cancelado este año para amortizar y pagar los intereses de esa deuda 420 millones de dólares, que significan más de 30 por ciento del presupuesto de ingresos, uno puede colegir que es imposible que pueda esto seguir y que esta realidad se mantenga.

Si a ello se agrega que los países poderosos fijan las normas de la comercialización, controlan los fletes, imponen los seguros, dan los créditos ligados que implica la obligación de invertir un alto porcentaje en esos países; si además sufrimos las consecuencias que emanan y que cuando los países poderosos, o el país más poderoso, del capitalismo estiman necesario devaluar su moneda, las consecuencias las pagamos nosotros, y si tiembla el mercado del dinero en los países industrializados, las consecuencias son mucho más fuertes, mucho más duras y pesan más sobre nuestros pueblos. Si el precio de las materias primas baja, el precio de los artículos manufacturados, y aún los alimentos, suben; cuando el precio de los alimentos sube, nos encontramos que hay barreras aduaneras que impiden que algunos países que pueden exportar productos agropecuarios lleguen a los mercados de consumo, los países industriales.

El caso de mi patria es elocuente: nosotros producimos entre la gran minería, cerca de 750 mil toneladas de cobre. Entre Zambia, Perú, Zaire y Chile, signatarios de lo que se llama CIPEC, entre estos cuatro países se produce 70% del cobre que se comercializa en el mundo, más de tres millones de toneladas, pero el precio del cobre se fija en la bolsa de Londres y se tranza tan sólo 200 mil toneladas. Y Chile hace tres años, por ejemplo, tuvo un promedio de precio de la libra de cobre año, superior a los 62 centavos, y cada centavo que suba o baje el precio de la libra de cobre, significa 18 millones de dólares más o menos de ingreso para nuestro país.

El año 1971, el precio del cobre, del último año de gobierno del presidente Frei, fue de 59 centavos la libra. En el primer año del Gobierno Popular fue tan solo de 49. Este año, seguramente no va a alcanzar más allá de 47,4; pero en valores reales, después de la devaluación del dólar, este promedio será, a lo sumo, 45. Y el costo de producción nuestro, a pesar de que son minas con un alto porcentaje de riqueza minera y están cerca del mar, rodea los 45 centavos en algunas de ellas; y es, por cierto, más alto por una técnica inferior en la producción de la pequeña y mediana minería.

He puesto este ejemplo porque es muy claro. Nosotros, que tenemos un presupuesto de divisas superior a muchos países latinoamericanos, que tenemos una extensión de tierra que podría alimentar, y debería alimentar, a 20 a 25 millones de habitantes, hemos tenido que importar, desde siempre -por así decirlo-, carne trigo, grasa, mantequilla y aceite: 200 millones de dólares al año.

Y desde que estamos en el Gobierno Popular, tenemos que importar más alimentos; porque tenemos conciencia que importar más alimentos que aún importando como lo hicieron los gobiernos anteriores, 200 millones de dólares al año, en Chile el 43 por ciento de la población se alimentaba por debajo de lo normal. Y aquí, esta casa de hermanos, yo, que soy médico, que he sido profesor de medicina social y el presidente durante cinco años del Colegio Médico de Chile, puedo dar una cifra que no me avergüenza, pero que sí me duele, en mi patria, porque hay estadísticas y no las ocultamos: hay 600 mil niños que tienen un desarrollo mental por debajo de lo normal.

Si acaso un niño en los primeros ocho meses de su vida no recibe la proteína necesaria para su desarrollo corporal y cerebral, si ese niño no recibe esa proteína, se va a desarrollar en forma diferente al niño que pudo tenerla, y que lógicamente es casi siempre el hijo de un sector minoritario, de un sector poderoso económicamente. Si a ese niño que no recibió la proteína suficiente, después de los ocho meses se la da, no puede recuperar y normalizar el desarrollo normal de su cerebro.

Por eso muchas veces los maestros o las maestras en su gran labor -yo siempre vinculo a los maestros y a los médicos como profesionales de una gran responsabilidad-, muchas veces los maestros o las maestras ven que el niño no asimila, no entiende, no aprende, no retiene; y no es porque ese niño no quiera aprender o estudiar: es porque cae en condiciones de menor valía, y eso es consecuencia de un régimen y de un sistema social; porque por desgracia, hasta el desarrollo de la inteligencia está marcado por la ingestión de los alimentos, fundamentalmente los primeros ocho meses de la vida. Y cuántas son las madres proletarias que no pueden amamantar a sus hijos, cuando nosotros los médicos sabemos que el mejor alimento es la leche de la madre, y no lo pueden hacer porque viven en las poblaciones marginales, porque sus compañeros están cesantes y porque ella recibe el subalimento, como madres ellas están castigadas en sus propias vidas, y lo que es más injusto, en la vida de sus propios hijos, por eso, claro.

Los gobiernos progresistas, como los nuestros, avanzamos en iniciativas que tienen un contenido, pero que indiscutiblemente es un paliativo; por ejemplo, en mi país está la asignación familiar prenatal, se paga a la mujer que está esperando familia desde el tercer mes del embarazo; se hace real desde el quinto, donde puede comprobar que efectivamente está esperando familia. Esto tiene un doble objetivo: que tenga un ingreso que se entrega a la madre para que pueda ella alimentarse mejor. Y en la etapa final, comprar algo para lo que podríamos llamar la mantilla, los pañales del niño.

Y, por otra parte, para recibir este estipendio, que es un sobresalario, requiere un control médico y, por lo tanto, obliga a la madre a ir a controlarse. Y en ese caso, si la madre está, y es tratada oportunamente, el hijo nace sano. Y, además se le dan las más elementales nociones sobre el cuidado del niño. Y tenemos la asignación familiar que se paga también desde que el niño nace hasta que termina de estudiar, si estudia.

Pero no hemos podido, por ejemplo, nosotros, nivelar la asignación familiar, porque un Congreso que representa, no a los trabajadores en su mayoría, establece, como siempre, leyes discriminatorios. Y en mi patria había asignación diferente para bancarios, para empleados públicos, particulares, Fuerzas Armadas, obreros y campesinos. Nosotros levantamos la idea justa: una asignación familiar igual para todos. Y eso, con generosidad. Pero pensar que la asignación familiar sea más alta para los sectores que tienen más altos ingresos, es una inconsecuencia y una brutal injusticia.

Hemos logrado nivelar la asignación familiar de obreros, campesinos, Fuerzas Armadas y empleados públicos, pero queda distante todavía la asignación familiar de empleados particulares, y un sector de ellos, es un avance, pero no basta, porque si bien es cierto, entregamos mejores condiciones para defender el equilibrio biológico cuando se alimenta mejor el niño; y gracias a esta asignación familiar, también es cierto que el proceso del desarrollo universitario en el caso de la medicina -y lo pongo como ejemplo- conlleva a establecer que nosotros carecemos de los profesionales suficientes para darle atención a todo el pueblo, desde el punto de vista médico.

En Chile hay 4.600 médicos; deberíamos ser ocho mil médicos, en Chile faltan, entonces, tres mil médicos. En Chile faltan más de 6.000 dentistas. En ningún país de América Latina -y lo digo con absoluta certeza- hay ningún servicio público estatal que haga una atención médica dental con sentido social. Se limitan en la mayoría de los países, si es que tienen esos servicios, a la etapa inicial previa, básica, simple, sencilla, de la extracción. Y si hay algo que yo he podido ver con dolor de hombre y conciencia de médico, cuando he ido a las poblaciones, es a las compañeras trabajadoras, a las madres proletarias, gritar con esperanza nuestros gritos de combate, y darme cuenta, por desgracia, cómo sus bocas carecen de la inmensa mayoría de los dientes.

Y los niños también sufren esto. Por ello, entonces, y sobre la base tan solo de estos ejemplos simples, nosotros tenemos que entender que cuando hablamos de una universidad que entiende que para que termine esta realidad brutal que hace más de un siglo y medio pesa sobre nosotros, en los cambios estructurales económicos se requiere un profesional comprometido con el cambio social; se requiere un profesional que no se sienta un ser superior porque sus padres tuvieron el dinero suficiente para que él ingresara a una universidad; se necesita un profesional con conciencia social que entienda que su lucha, si es arquitecto, es para que se construyan las casas necesarias que el pueblo necesita. Se necesita un profesional que, si es médico, levante su voz para reclamar que la medicina llegue a las barriadas populares y, fundamentalmente, a los sectores campesinos.

Se necesitan profesionales que no busquen engordar en los puestos públicos, en las capitales de nuestras patrias. Profesionales que vayan a la provincia, que se hundan en ella.

Por eso yo hablo así aquí en esta Universidad de Guadalajara, que es una universidad de vanguardia, y tengo la certeza que la obligación patriótica de ustedes es trabajar en la provincia, fundamentalmente, vinculada a las actividades económicas, mineras o actividades industriales o empresariales, o a las actividades agrícolas; la obligación del que estudió aquí es no olvidar que ésta es una universidad del Estado que la pagan los contribuyentes, que en la inmensa mayoría de ellos son los trabajadores. Y que por desgracia, en esta universidad, como en las universidades de mi patria, la presencia de hijos de campesinos y obreros alcanza un bajo nivel, todavía.

Por eso, ser joven en esta época implica una gran responsabilidad, ser joven de México o de Chile; ser joven de América Latina, sobre todo en este continente que, como he dicho, está marcado por un promedio que señala que somos un continente joven. Y la juventud tiene que entender que no hay lucha de generaciones, como lo dijera hace un instante; que hay un enfrentamiento social, que es muy distinto, y que pueden estar en la misma barricada de ese enfrentamiento los que hemos pasado -y yo pasé muy poquito de los 60 años; guárdenme el secreto- de los sesenta años y los jóvenes que puedan tener 13 ó 20.

No hay querella de generaciones, y eso es importante que yo lo diga. La juventud debe entender su obligación de ser joven, y si es estudiante, darse cuenta que hay otros jóvenes que, como él, tienen los mismos años, pero que no son estudiantes. Y si es universitario con mayor razón mirar al joven campesino o al joven obrero, y tener un lenguaje de juventud, no un lenguaje sólo de estudiante universitario, para universitarios.

Pero el que es estudiante tiene una obligación porque tiene más posibilidades de comprender los fenómenos económicos y sociales y las realidades del mundo; tiene la obligación de ser un factor dinámico del proceso de cambio, pero sin perder los perfiles, también, de la realidad.

La revolución no pasa por la universidad, y esto hay que entenderlo; la revolución pasa por las grandes masas; la revolución la hacen los pueblos; la revolución la hacen, esencialmente, los trabajadores.

Y yo comparto el pensamiento que aquí se ha expresado -y el presidente Echeverría lo ha señalado muchas veces-, que yo también lo he dicho en mi patria, allá luchamos por los cambios dentro de los marcos de la democracia burguesa, con dificultades mucho mayores, en un país donde los poderes del Estado son independientes, y en el caso nuestro, la Justicia, el Parlamento y el Ejecutivo. Los trabajadores que me eligieron están en el gobierno; nosotros controlamos una parte del Poder Ejecutivo, somos minoría en el Congreso. El Poder Judicial es autónomo, y el Código Civil de mi patria tiene 100 años. Y si yo no critico en mi patria al Poder Judicial, menos lo voy a hacer aquí. Pero indiscutiblemente, hay que pensar que estas leyes representaban otra época y otra realidad, no fueron leyes hechas por los trabajadores que estamos en el gobierno: fueron hechas por los sectores de la burguesía, que tenían el Ejecutivo, el poder económico y que eran mayoría en el Congreso Nacional.

Sin embargo, la realidad de Chile, su historia y su idiosincrasia, sus características, la fortaleza de su institucionalidad, nos llevó a los dirigentes políticos a entender que en Chile no teníamos otro camino que el camino de la lucha electoral -y ganamos por ese camino-, que muchos no compartían, fundamentalmente como consecuencia del pensamiento generado en este continente, después de la Revolución Cubana, y con la asimilación, un poco equivocada, de la divulgación de tácticas, en función de la interpretación que hacen los que escriben sobre ellas, nos hemos encontrado en muchas partes, y ahora se ha dejado un poco, la idea del foquismo, de la lucha guerrillera o del ejército popular.

Yo tengo una experiencia que vale mucho. Yo soy amigo de Cuba; soy amigo, hace 10 años, de Fidel Castro; fui amigo del comandante Ernesto Che Guevara. Me regaló el segundo ejemplar de su libro Guerra de Guerrillas; el primero se lo dio a Fidel. Yo estaba en Cuba cuando salió, y en la dedicatoria que me puso dice lo siguiente: A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo. Si el comandante Guevara firmaba una dedicatoria de esta manera, es porque era un hombre de espíritu amplio que comprendía que cada pueblo tiene su propia realidad, que no hay receta para hacer revoluciones. Y por lo demás, los teóricos del marxismo -y yo declaro que soy un aprendiz tan solo; pero no niego que soy marxista- también trazan con claridad los caminos que pueden recorrerse frente a lo que es cada sociedad, cada país.

De allí, entonces, que es útil que la juventud, y sobre todo la juventud universitaria, que no puede pasar por la universidad al margen de los problemas de su pueblo, entienda que no puede hacerse del balbuceo doctrinario la enseñanza doctrinaria, de entender que el denso pensamiento de los teóricos de las corrientes sociológicas o económicas requieren un serio estudio; que si es cierto que no hay acción revolucionaria sin teoría revolucionaria, no puede haber la aplicación voluntaria o la interpretación de la teoría adecuándola a lo que la juventud o el joven quiere. Que tiene que mirar lo que pasa dentro de su país y más allá de la frontera, y comprender que hay realidades que deben ser meditadas y analizadas.

Cuando algunos grupos en mi patria, un poco más allá de la Unidad Popular, en donde hay compañeros jóvenes en cuya lealtad revolucionaria yo creo, pero en cuya concepción de la realidad no creo, hablan, por ejemplo, de que en mi país debería hacerse lo mismo que se ha hecho en otros países que han alcanzado el socialismo, yo les he hecho esta pregunta en voz alta: ¿Por qué, por ejemplo, un país como es la República Popular China, poderoso país, extraordinariamente poderoso país, ha tenido que tolerar la realidad de que Taiwán o de que Formosa esté en manos de Chian-Kai-Shek? ¿Es que acaso la República Popular China no tiene los elementos bélicos, por así decirlo, lo suficientemente poderosos para haber, en dos minutos, recuperado Taiwán, llamado Formosa? ¿Por qué no lo ha hecho? Porque, indiscutiblemente hay problemas superiores de la responsabilidad política; porque al proceder así, colocaba a la República Popular China en el camino de una agresión que podría haber significado un daño para el proceso revolucionario, y quizá una conflagración mundial.

¿Quién puede dudar de la voluntad de acción, de la decisión, de la conciencia revolucionaria de Fidel Castro? ¿Y por qué la bahía de Guantánamo no la ha tomado? Porque no puede ni debe hacerlo, porque expondría a su revolución y a su patria a una represalia brutal.

Entonces, uno se encuentra a veces con jóvenes, y los que han leído el Manifiesto Comunista, o lo han llevado largo rato debajo del brazo, creen que lo han asimilado y dictan cátedra y exigen actitudes y critican a hombres, que por lo menos, tienen consecuencia en su vida. Y ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica; pero ir avanzando en los caminos de la vida y mantenerse como revolucionario, en una sociedad burguesa, es difícil.

Un ejemplo personal: yo era un orador universitario de un grupo que se llama Avance; era el grupo más vigoroso de la izquierda. Un día se propuso que se firmara, por el grupo Avance un manifiesto -estoy hablando del año 1931- para crear en Chile los soviets de obreros, campesinos, soldados y estudiantes. Yo dije que era una locura, que no había ninguna posibilidad, que era una torpeza infinita y que no quería, como estudiante, firmar algo que mañana, como un profesional, no iba a aceptar.

Éramos 400 los muchachos de la universidad que estábamos en el grupo Avance, 395 votaron mi expulsión; de los 400 que éramos, sólo dos quedamos en la lucha social. Los demás tienen depósitos bancarios, algunos en el extranjero; tuvieron latifundios -se los expropiamos-; tenían acciones en los bancos -también se los nacionalizamos-, y a los de los monopolios les pasó lo mismo. Pero en el hecho, dos hemos quedado; y a mí me echaron por reaccionario; pero los trabajadores de mi patria me llaman el compañero presidente.

Por eso, el dogmatismo, el sectarismo, debe ser combatido; la lucha ideológica debe llevarse a niveles superiores, pero la discusión para esclarecer, no para imponer determinadas posiciones. Y, además, el estudiante universitario tiene una postura doctrinaria y política, tiene, fundamentalmente, no olvidarse que precisamente la revolución necesita los técnicos y los profesionales.

Ya Lenin lo dijo -yo he aumentado la cifra para impactar más en mi patria-, Lenin dijo que un profesional, un técnico, valía por 10 comunistas; yo digo que por 50, y por 80 socialistas. Yo soy socialista. Les duele mucho a mis compañeros que yo diga eso; pero lo digo, ¿por qué? Porque he vivido una politización en la universidad, llevada a extremos tales que el estudiante olvida su responsabilidad fundamental; pero una sociedad donde la técnica y la ciencia adquieren los niveles que ha adquirido la sociedad contemporánea, ¿cómo no requerir precisamente capacidad y capacitación a los revolucionarios? Por lo tanto, el dirigente político universitario tendrá más autoridad moral, si acaso es también un buen estudiante universitario.

Yo no le he aceptado jamás a un compañero joven que justifique su fracaso porque tiene que hacer trabajos políticos: tiene que darse el tiempo necesario para hacer los trabajos políticos, pero primero están los trabajos obligatorios que debe cumplir como estudiante de la universidad. Ser agitador universitario y mal estudiante, es fácil; ser dirigente revolucionario y buen estudiante, es más difícil. Pero el maestro universitario respeta al buen alumno, y tendrá que respetar sus ideas, cualesquiera que sean.

Por eso es que la juventud contemporánea, y sobre todo la juventud de Latinoamérica, tiene una obligación contraída con la historia, con su pueblo, con el pasado de su patria. La juventud no puede ser sectaria: la juventud tiene que entender, y nosotros en Chile hemos dado un paso trascendente: la base política de mi gobierno está formada por marxistas, por laicos y cristianos, y respetamos el pensamiento cristiano; interpreta el verbo de Cristo, que echó a los mercaderes del templo.

Claro que tenemos la experiencia de la iglesia, vinculada al proceso de los países poderosos del capitalismo e, incluyendo, en los siglos pasados y en la primera etapa de éste, no a favor de los humildes como lo planteaba el maestro de Galilea; pero sí los tiempos han cambiado y la conciencia cristiana está marcando la consecuencia por el pensamiento honesto, en la acción honesta, los marxistas podemos coincidir en etapas programáticas como pueden hacerla los laicos y lo hemos hecho en nuestra patria -y nos está yendo bien-, y conjugamos una misma actitud y un mismo lenguaje frente a los problemas esenciales del pueblo.

Porque un obrero sin trabajo, no importa que sea o no sea marxista, no importa que sea o no sea cristiano, que no tenga ideología política, es un hombre que tiene derecho al trabajo y debemos dárselo nosotros; por eso el sectarismo, el dogmatismo, el burocratismo, que congela las revoluciones, y ése es un proceso de concientización que es muy profundo y que debe comenzar con la juventud: pero la juventud está frente a problemas que no son sólo económicos, sino son problemas que lamentablemente se manifiestan con mayor violencia destructiva en el mundo contemporáneo.

El escapismo, el drogadismo, el alcoholismo. ¿Cuántos son los jóvenes, de nuestros jóvenes países, que han caído en la marihuana, que es más barata que la cocaína y más fácil de acceso?, ¿pero cuántos son los jóvenes de los países industrializados? El porcentaje, no sólo por la densidad de población, sino por los medios económicos, es mucho mayor.

¿Qué es esto, qué significa, por qué la juventud llega a eso? ¿Hay frustración? ¿Cómo es posible que el joven no vea que su existencia tiene que tener un destino muy distinto al que escabulle su responsabilidad? ¿Cómo un joven no va a mirar, en el caso de México, a Hidalgo o a Juárez, a Zapata o a Villa, o a Lázaro Cárdenas? ¡Cómo no entender que esos hombres fueron jóvenes también, pero que hicieron de sus vidas un combate constante y una lucha permanente!

¿Cómo la juventud no sabe que su propio porvenir está cercado por la realidad económica, que marca los países dependientes? Porque si hay algo que debe preocuparnos, también, a los gobernantes, es no seguir entregando cesantes ilustrados a nuestra sociedad.

¿Cuántos son los miles de jóvenes que egresan de los politécnicos o de las universidades que no encuentran trabajo? Yo leí hace poco un estudio de un organismo internacional importante, que señala que para América Latina, en el final de esta década se necesitaban -me parece- cerca de seis millones de nuevas ocupaciones, en un continente en donde la cesantía marca los niveles que yo les he dicho. Los jóvenes tienen que entender, entonces, que están enfrentados a estos hechos y que deben contribuir a que se modifiquen las condiciones materiales, para que no haya cesantes ilustrados, profesionales con títulos de arquitectos sin construir casas, y médicos sin atender enfermos, porque no tienen los enfermos con qué pagarles, cuando lo único que faltan son médicos para defender el capital humano, que es lo que más vale en nuestros países.

Por eso, repito -y para terminar mis palabras-, dando excusas a ustedes por lo excesivo de ellas, que yo que soy un hombre que pasó por la universidad, he aprendido mucho más de la universidad de la vida: he aprendido de la madre proletaria en las barriadas marginales; he aprendido del campesino, que sin hablarme, me dijo la explotación más que centenaria de su padre, de su abuelo o de su tatarabuelo; he aprendido del obrero, que en la industria es un número o era un número y que nada significaba como ser humano, y he aprendido de las densas multitudes que han tenido paciencia para esperar.

Pero la injusticia no puede seguir marcando, cerrando las posibilidades del futuro a los pueblos pequeños de éste y de otros continentes. Para nosotros, las fronteras deben estar abolidas y la solidaridad debe expresarse con respeto a la autodeterminación y la no intervención, entendiendo que puede haber concepciones filosóficas y formas de gobierno distintas, pero que hay un mandato que nace de nuestra propia realidad que nos obliga -en el caso de este continente- a unirnos; pero mirar más allá, inclusive de América Latina y comprender que nacer en Africa en donde hay todavía millones y millones de seres humanos que llevan una vida inferior a la que tienen los más postergados y pretéridos seres de nuestro continente.

Hay que entender que la lucha es solidaria en escala mundial, que frente a la insolencia imperialista sólo cabe la respuesta agresiva de los países explotados.

Ha llegado el instante de darse cuenta cabalmente que los que caen luchando en otras partes por hacer de sus patrias países independientes, como ocurre en Vietnam, caen por nosotros con su gesto heroico.

Por eso, sin decir que la juventud será la causa revolucionaria y el factor esencial de las revoluciones, yo pienso que la juventud por ser joven, por tener una concepción más diáfana, por no haberse incorporado a los vicios que traen los años de convivencia burguesa, porque la juventud debe entender que debe ser estudiante y trabajadora; porque el joven debe ir a la empresa, a la industria o a la tierra. Porque ustedes deben hacer trabajos voluntarios; porque es bueno que sepa el estudiante de medicina cuánto pesa un fardo que se echa a la espalda el campesino que tiene que llevarlo a veces, a largas distancias; porque es bueno que el que va a ser ingeniero se meta en el calor de la máquina, donde el obrero a veces, en una atmósfera inhóspita, pasa largos y largos años de su oscura existencia; porque la juventud debe estudiar y debe trabajar -porque el trabajo voluntario vincula, amarra, acerca, hace que se compenetre el que va a ser profesional con aquel que tuvo por herencia las manos callosas de los que, por generaciones, trabajaron la tierra-.

Gracias, presidente y amigos por haberme dado la oportunidad de fortalecer mis propias convicciones, y la fe en la juventud frente a la actitud de ustedes. Gracias por comprender el drama de mi patria, que es como dijera Pablo Neruda, un Vietnam silencioso; no hay tropas de ocupación, ni poderosos aviones nublan los cielos limpios de mi tierra, pero estamos bloqueados económicamente, pero no tenemos créditos, pero no podemos comprar repuestos, pero no tenemos cómo comprar alimentos y nos faltan medicamentos, y para derrotar a los que así proceden, sólo cabe que los pueblos entiendan quiénes son sus amigos y quiénes son sus enemigos.

Yo sé, por lo que he vivido, que México ha sido y será -gracias por ello- amigo de mi patria.

 

ACT

 




 

LECTURA 2

Las Competencias: Proyecto Europeo en México y America Latina

Hugo Aboites

Sin discusión o aviso, en México la moda de abandonar las visiones amplias de la educación y concentrarse en habilidades concretas –competencias– ha pasado a formar parte del sistema educativo nacional. La SEP establece que prescolar será a partir de competencias; en educación básica éstas se detallan en el perfil de egreso, y en bachillerato ya son parte del currículo (acuerdos SEP, 442, 444) y de la propuesta de Ley de Educación Media Superior. Ahora también llegan a la universidad debido a la decisión de la Comisión Europea de autorizar y financiar a un reducido grupo de académicos latinoamericanos y europeos (por México, de la Universidad de Guanajuato) para extender a América Latina el Proyecto Tuning, parte importante del Proceso de Bolonia (Beneitone, P., et al, U. Deusto, 2007: 14). Tuningsignifica afinar una orquesta a partir de una sola nota y se refiere a la decisión de los gobiernos de uniformizar la educación superior europea. Para lograrlo dieron respuesta a la queja que hacían empresarios de que títulos, cursos y calificaciones eran obsoletos, pues no medían el valor del capital humano; es decir, la capacidad del egresado para desarrollar tareas específicas de su profesión. Se decidió así hacer un listado de las capacidades que debían manejar todos los graduados (competencias genéricas) y un listado por cada profesión (competencias específicas).

Una competencia genérica es, por ejemplo, la capacidad de comunicarse de manera verbal y escrita, y una específica –en medicina–, la capacidad de revisar signos vitales. Evidentemente, esto implica un cambio sustancial. Se deja atrás la idea de que la educación no sólo enseña técnicas concretas, sino que además éstas se aprenden no sólo para el trabajo, sino también como instrumento para la construcción de visiones del mundo, de la sociedad y de su trabajo, fincadas en el conocimiento de las ciencias, las humanidades y las grandes problemáticas nacionales.

Estamos frente a la reiterada tendencia neoliberal impulsada por empresarios, gobiernos y académicos de desmantelar la educación y convertir a escuelas y universidades en centros superiores de capacitación. Con las competencias aparece también la tendencia a imponer visiones únicas de la educación –y ahora desde Europa–, pues los listados de competencias no sólo son una copia de las de ultramar, sino que se impulsan las mismas para toda Latinoamérica. Ciertamente no son una iniciativa que nace desde las necesidades y corrientes de pensamiento latinoamericano, ni desde sus maestros, escuelas, regiones y comunidades académicas. Es una concepción también que apunta a fragmentar profundamente la formación, pues en lugar de cuerpos disciplinarios (materias), la formación de los estudiantes consistirá en capacitarse exitósamente en cerca de un centenar de talleres.

Se dice adiós con esto al intento permanente que todavía hacen las universidades de ofrecer a los estudiantes la comprensión de las corrientes teóricas subyacentes a su carrera, precisamente las que han dado a las profesiones y a las naciones su vitalidad y desarrollo. Se trata de convertir a las universidades en centros de capacitación superior para el trabajo. Y, como ya se ve en Enlace, viene incluso a empobrecer aún más la concepción de evaluación. Ya ni siquiera se trata de verificar el talento de una persona para acceder al conocimiento abstracto que implica la educación media o superior, sino sólo de constatar si el individuo-capital humano ha adquirido destreza suficiente en las competencias estipuladas.

Todo esto, en el fondo, es una muestra más de la docilidad e irreflexión de la autoridad educativa actual frente a una propuesta perfectamente ajena. Sin capacidad para impulsar un proyecto educativo propio, nacional y latinoamericano, desde donde reconstruir la soberanía y la convergencia entre las naciones desde siempre subordinadas, ahora sólo funge como la encargada de dar, en el bicentenario de la Independencia, una obsequiosa bienvenida a la versión empresarial de la educación que contiene esta peculiar neocolonización.

La Jornada, 07/11/09

ACT

 

 

La Aventura de Leer S1UACII

libro

LECTURA 1

El amor en la República

Enrique Dussel

La palabra amor es sumamente ambigua, puede decir lo mejor y lo peor, pero no por ello hay que entregarla a los que la ensombrecen, ensucian, desacreditan. Si expresa también lo mejor habrá que meditar por qué.

En efecto, la vida en la Tierra desde hace miles de millones de años fue evolucionando, hasta llegar a los seres vivos con sistema nervioso, con un cerebro cada vez más poderoso. El cerebro humano tiene un sistema de conocimiento (neocortical) y un sistema afectivo (el sistema límbico). El primero nos permite captar lo que el medio es para poder manejarlo en vista de la vida, de la sobrevivencia, de su crecimiento. El segundo, en cambio, nos mueve, motiva, nos da el poder de efectuar ese mismo conocimiento, y todos los actos humanos, desde el comer, el beber, el pensar, el decidir práctico, el organizar sistemas culturales, económicos o políticos. El amor es un sentimiento, una emoción, una pasión y hasta una virtud. Lo que no se ama no es querido, no puede entonces realizarse, efectuarse, llevarlo a la existencia. B. Spinoza nos hablaba de pasiones negativas (por ejemplo, el odio) y de pasiones positivas (el amor). A. Smith tiene una obra sobre Teoría de los sentimientos morales que describe la simpatía (padecer el sufrimiento del otro) en un lugar central, aunque por desgracia no tan importante como el amor a sí mismo: self love).

En la situación de pesimismo, de temor, de violencia, de depresión, de injusticia, de pobreza que se encuentra nuestro país, no viene mal desplegar un horizonte distinto, positivo, de cierta esperanza (tan estudiada por Ernst Bloch, de la corriente marxista cálida). Bienvenida la consigna.

De lo contrario seguirá reinando el odio. El odio es un sentimiento oscuro; quien odia se alegra, es verdad, pero del mal, del sufrimiento, de la derrota del otro. Pero aún más se entristece cuando el otro es feliz, triunfa, se realiza. Es una pasión destructiva. En política produce un ambiente de temor, de inmovilidad, de desconfianza que produce en todos los actores una debilidad infecunda. Su corolario, como acción consecuente al odio, es la venganza: ojo por ojo, diente por diente. Y así comienza el asesinato mutuo bajo la consigna: ¡Yo soy porque tú no eres! (entre otros ámbitos, propio de la competencia en el mercado capitalista).

Por el contrario, el amor es expansivo, creador, abre las venas y la sangre irriga el cerebro: imagina un futuro mejor, intenta reparar las injusticias pasadas, abre un presente de esperanza y novedad. Tiene tristeza, pero del mal, el sufrimiento que sufre el otro. Le alegra cuando el otro triunfa, cuando es feliz, cuando le va bien. Es más, obra, lucha, trabaja para que la comunidad crezca. K. Marx, en su examen de bachillerato a los dieciocho años, escribió que elegiría la profesión por la que pudiera hacer feliz a la mayor cantidad de gente. Ése es un gesto de inmenso amor. El que ama no es vengativo, sino que sabe perdonar. El perdón es el no atribuir la falta al victimario del mal recibido (la víctima es la que perdona); es borrar la culpa del otro (por el mal que me ha hecho), a fin de que habiendo recobrado la inocencia (y no sintiéndose acusado, aunque sí agradecido por el don del perdón) pueda trabajar junto a la comunidad por una causa justa futura. El que perdona es magnánimo (es la subjetividad de los grandes hombres y mujeres); el enlodado en su odio tiene un espíritu egoísta, estrecho, donde germina lo tenebroso y lo bajo; no puede ejercer el noble oficio de la política, sino algo que aparece equivocada y frecuentemente como política, y son las acciones burocráticas fetichizadas por puro amor a sí mismo o a su clan que promueve la actual corrupción de lo público, de lo común, que es por desgracia la política rastrera que en mayor medida se cumple entre nosotros.

Deberíamos leer con detenimiento el gran himno al amor de Pablo de Tarso, hoy de moda en la filosofía política en Europa, Estados Unidos y en algunas universidades de América Latina: ―Ya puedo hablar las lenguas de todos los hombres… que si no tengo amor no paso de ser un campana que retiñe y unos platillos estridentes. Ya puedo hablar inspirado y penetrar todos los secretos y todas las ciencias; ya puedo… dar todo lo que tengo, ya puedo dejarme quemar vivo, que si no tengo amor de nada me sirve. El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia, no se jacta ni se engríe, no es burdo ni busca lo suyo, no se exaspera ni lleva cuenta del mal, no aprueba la injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa siempre, confía siempre, espera siempre, aguanta siempre‖. El imperativo sería: ¡Yo soy, porque tú eres!

¿No es esto demasiado ingenuo? ¿Dónde queda la lucha de clases, el odio a la burguesía, a los explotadores? En la política hay momentos y momentos. En la exacerbación de la violencia y el odio… ¡sea bienvenido el amor! En el momento de paz, abundancia, felicidad, orden… deberemos recordar el dolor de los oprimidos, de los explotados, y deberemos echar mano de otras pasiones, como la indignación, la ira contra la injusticia y la lucha contra los dominadores. En este momento político del 2012 nos viene a la memoria el caso de Nelson Mandela.

El gran líder sudafricano, fundador de un partido de izquierda en su país, fue injustamente puesto en prisión durante 27 años. Pudieron ser años de rumiar un infinito odio a los que lo habían encarcelado. Liberado por la presión nacional e internacional, nadie lo hubiera criticado si hubiera hecho juzgar duramente a los blancos, minoría y opresores de la raza africana, y remitido a la misma cárcel que había sufrido. Pero Mandela, en un gesto político de inmensa magnanimidad, amor y grandeza, perdonó a sus oponentes políticos. Con ello selló una fraternidad constitutiva mínima de la política. Todos en Sudáfrica, hasta los blancos, lo consideran el padre de la patria; con esta actitud fundó Sudáfrica.

Hoy, en México, necesitamos en primer lugar muchos Mandelas; después vendrán los grandes críticos y los constructores de la revolución que hay que construir sobre las ruinas que pisamos cotidianamente en nuestras calles y campos, en ciudades, aldeas, valles y montañas.

El amor en la República es el punto de partida. Y así como se titulaba la obra del gran filósofo árabe Alfarabi, allá por el siglo XII en Bagdad, La ciudad virtuosa (de la que tanto aprendió Leo Strauss), ¿por qué no una República amorosa? Sería el antídoto a la República odiosa en la que estamos viviendo en el presente.

 

ACT

 




 

LECTURA 2

Algo más sobre el amor en la política

Enrique Dussel

El amor es un sentimiento, una emoción, una pasión y hasta una virtud de un tercer nivel (aun neurológico). El simple placer o el dolor son sensaciones o emociones de primer grado. Me duele una muela; me causa placer el azúcar. La alegría o la tristeza son de segundo grado. Puedo tener alegría deseando un placer futuro, o tristeza recordando un dolor pasado. Las emociones de segundo grado atraviesan ya el neocortex y tienen un componente cognitivo, memorativo y evaluativo. El amor o el odio son de un tercer nivel: ya que es un afecto que puede renunciar a la alegría o el goce, o enfrentar la tristeza o la insatisfacción en vista de una simpatía con el otro, que le lleva aun a poder afrontar la propia negación al intentar la afirmación del otro: como la madre que arriesga su vida por tener un hijo que la pone en peligro; el padre que se lanza al río para salvar a su hijo; o el héroe que se entrega por la patria. El amor afronta el dolor y la tristeza porque por simpatía tiene hasta conmiseración por el otro. El amor del que hablamos no goza ni desea objetos, cosas, sino personas.

Por ello los clásicos analizaban tres posibles significados para la palabra amor. Como éros, más ligado a la libido, a la sexualidad, o más específicamente como un amor que de alguna manera toma al otro como medio para su propia satisfacción (hasta egoísta). El goce autorreferente aparece como amor, siendo en verdad algo distinto. Como filía, la amistad, como un amor mutuamente benevolente; es decir, un amor donde cada uno ama al otro y al mismo tiempo es amado por el otro. Un tercer modo del amor es el agápe, que traduciré como solidaridad (más allá de la mera fraternidad de la revolución francesa burguesa), y es el amor propiamente dicho: el amor del otro como otro, y en mayor medida cuando es víctima, oprimido, o como dictaba en su famoso Códice el rey Hammurabi de Babilonia (no lejos de la actual Bagdad, destruida por los bárbaros del siglo XXI) hace unos 3700 años: ―Hice justicia con la viuda, el huérfano, el pobre… el extranjero‖. Amar a esos explotados y excluidos que se encuentran como fantasmas (así los nombraba K. Marx en los Manuscritos del 1844, II) es el amor político por excelencia.

Un poeta alemán, que cita C. Schmitt en una de sus obras y comenta J. Derrida en Las políticas de la amistad, llamado Theodoro, escribe: ¡Maldito el que no tiene amigos, porque sus enemigos lo juzgarán! ¡Maldito el que no tenga enemigos, porque yo seré su enemigo en el día del juicio final!

El primer enunciado se entiende fácil y es de sentido común. Si no tengo amigos que me defiendan, cuando vaya a juicio serán mis enemigos los que me enjuicien y tengo muchas posibilidades de ser condenado. Esto no ofrece dificultad en la comprensión. En este caso el amor es interesado. El segundo enunciado sí tiene dificultades de comprensión.

¿Por qué es maldito el que no tenga enemigos? La cuestión es que hay amor y amores, amigo y amigos, enemigo y enemigos de muy distintos significados. Si en un sistema político de opresión se es el opresor, se tienen amigos opresores, y sus enemigos son los de los opresores; por ejemplo, los oprimidos son los enemigos de opresores, cuando quieren liberarse de la opresión que se ha orquestado sistémicamente. En el mito de Moisés (tan estudiado por E. Bloch), éste, por ser adoptado por la familia faraónica tenía como amigos a la clase esclavista real. Los esclavos eran siempre enemigos potenciales: su liberación era el mal absoluto del sistema esclavista. En un sistema de riqueza como el capitalista, los pobres, los obreros, los marginales, los ilegales son actuales o potenciales enemigos (porque, dicen los ricos, desean las riquezas, y como no las tienen –claro que no se preguntan si como ricos se las han robado debido a sutiles, invisibles y bien establecidas instituciones económicas capitalistas garantizadas por un poder político liberal– intentan quitarmelas: por ello son los más temibles enemigos).

El dominador no tiene enemigos en la clase dominante. El ¿maldito el que no tiene enemigos! debe situarse en este horizonte. ¿Qué pasa si el hijo del Faraón, si el rico de pronto ama (con amor de solidaridad, como agápe) al esclavo, al obrero, al pobre como a un igual (con amor de amistad, como filía)?Sus antiguos amigos (los del Faraón, los ricos, los propietarios del capital) dejan de amarlo con amor de fraternidad faraónica o burguesa: ahora lo odian, se ha pasado al bando contrario de los esclavos, de los asalariados, de las temibles masas proletarias, a los prole–como hubiera dicho la hija del Faraón hace 3 mil años o hace pocas semanas–. Ahora ya tiene enemigos (¡cuidado!, hay que saber cuál tipo de enemigo), y la maldición ya no le toca en el juicio de la historia, en el del juez trascendental (de la Teoría de los sentimientos moralesde A. Smith), o en del dios Osiris de los egipcios (que en el juicio final en el templo de Ma‘at) que juzgaba a los muertos para resucitarlos si hubieran sido justos (mito que se remota unos 4500 años). Y el juez exclamará entonces:¡Bendito el que ha tenido enemigos, por haber amado y por haberse comprometido con los enemigos de los dominadores y opresores. /Por ser un enemigo de los dominadores /yo seré su amigo en el día del Juicio!

El amor es ambiguo, y cuando hablamos del amor en la República hablamos del amor de justicia, del amor por el otro, por los últimos, los débiles, los que son oprimidos. La regla de oro no dice : ¡Ama al prójimo como a ti mismo! Es una mala y falsa traducción, lo explican M. Buber, F. Rosenzweig, E. Levinas. Debe traducirse desde el hebreo de esta manera: ¡Ama al otro porque es el ti mismo! Esa apertura, ese amor al otro mismo (no como mí mismo, y en ese caso yo sería la medida del amor al otro y el otro un otro yo, un alter ego) como otro (como él o ella misma son y no teniendo a mi yo como referencia), es lo que constituye la subjetividad en su núcleo creador esencial, originario. El que saber amar al otro en su dignidad sagrada, el que sabe primero amar la alteridad del otro y responder a sus interpelaciones de justicia, es el único que constituye el propio sí mismo políticamente apto para ejercer delegadamente el poder como obediencia, y no como dominación.

El que ama al otro, en especial al destituido, al pobre, a la víctima, es el único que merecería ser elegido por el pueblo como su servidor, su gobierno, porque saber ejercer delegadamente el contenido de las instituciones políticas de la representación, y aun de la participación. El amor de solidaridad(más allá de la fraternidad burguesa) se abre a la exterioridad de los que son nada para el sistema de dominación (nada real los denomina Marx en los Manuscritos del 1844, II).

Si el poder político consiste en el querer-vivir de la comunidad, el amor de solidaridad es la sustancia que unifica las voluntades y que da más poder y fuerza al poder político de un pueblo. Si hay odio, como dice un poeta popular del sur de nuestro continente: Los hermanos deben ser unidos, ésta es la ley primera; si se pelean los de adentro, se los comen los de afuera.

¡Y bien que nos están devorando!

Una República amorosa, o el amor en la República es la esencia de la política. Lo contrario es el suicidio colectivo del odio.

ACT